La burla de la Informática en Talavera
Tiene uno dicho unas cuantas veces que la Universidad de Castilla-La Mancha tiene en su pecado de nacimiento el origen de todos los males. Nacida en el contexto del café para todos que parió el estado de las autonomías con sus diecisiete miniestados, nadie tuvo el coraje de crear un solo campus que habría ahorrado esfuerzos, recursos y habría racionalizado su desarrollo posterior. Pero el gran triunfo de los nacionalismos fue extender la mentalidad del agravio comparativo con el vecino hasta incorporarla dentro incluso de los propios territorios. El ejemplo de una universidad como la de Castilla-La Mancha con siete campus y la reivindicación permanente para su expansión es el más claro ejemplo. Ni siquiera las autonomías uniprovinciales se han librado de la dispersión de campus y la multiplicación de recursos. El concepto de universitas como concentración de saberes universales aparece como una burla, en esta España instalada en la reivindicación permanente del suicido.
Aceptada la necesidad política del reparto de la miseria, la lógica de la mentalidad nacionalista que a todos nos afecta exige el mismo absurdo del que surgió el cantón de Cartagena en la I República. Las capitales de provincia eran sedes natas de esa universidad, pero después, ciudades como Talavera o agrociudades como Alcázar de San Juan, Tomelloso, Villarrobledo o Valdepeñas, por citar sólo unas pocas, nunca se resignaron a quedar fuera del reparto.
La cosa llegó hasta donde pudo llegar y eso a costa de arrastrar un déficit que en cualquier empresa privada supondría la quiebra inmediata y como es lógico, cuando los tiempos y los presupuestos aprietan casi siempre la cuerda se rompe por el mismo sitio. Los campus de la Señorita Pepis llevan todas las de perder. Puertollano y Talavera ven una y otra vez como sus aspiraciones de futuro se esfuman. Que al campus de Talavera le agreguen Podología, al alcalde y al noventa por ciento de los ciudadanos de Talavera, incluida la consejera de Fomento aspirante a la alcaldía, les parece una burla, pero lo mismo ocurre en Cuenca donde las aspiraciones iban por otro lado, y lo mismo ocurrirá dentro de un año cuando Albacete vea que se esfuma el grado soñado. Es lo que tiene convertir un tema que debería ser de Estado, en una subasta. Todos descontentos, todos insatisfechos y todos sin colocar como le pedían en aquel pueblo a Natalio Rivas: "Natalio, ¡colócanos a tos!".
Así que hasta el año que viene si Dios quiere, Talavera, como Cuenca, como Puertollano, como Ciudad Real, no tendrán Informática o Veterinaria o Ciencias Ocultas, pero en cada una de ellas seguirá habiendo un buen motivo para que ese sentimiento de agravio, tan querido del nacionalismo genuino, siga creciendo imparable hasta la victoria final del Viva Cartagena y su cantón.