Buenos Humos

Periodistas de pueblo

8 mayo, 2018 00:00

Ser periodista hoy, con todo lo que conlleva la palabra, es una quimera; subsistir dignamente como periodista de pueblo es un milagro. De joven tuve alguna vez la tentación de estudiar Periodismo, luego, cuando he vivido al lado de muchos amigos que han ejercido de periodistas y lo siguen haciendo he dado gracias por haberme dedicado a la enseñanza. Para ser periodista en los tiempos que corren hay que tener un temple a prueba de bomba y acostumbrar el cuerpo a levantarse cada día con la incertidumbre del torero que no sabe nunca como acabará el día. El periodismo es una profesión de riesgo cuando se ejerce por el mundo; ahí están las estadísticas, pero lo es aún más cuando el ámbito en que se ejerce se estrecha hasta la aldea. Los periodistas de la Asociación de Periodistas de Ciudad Real lo han recordado en la celebración del Día Mundial de la Libertad de Prensa y Expresión: “Sin periodistas no hay periodismo”. Algo que parecía obvio hace unos años, pero que es necesario recordar cada día con la explosión de las redes sociales y el pseudoperiodismo adyacente.

Y es que cualquiera puede comprobar como la aparente libertad que brindan las toneladas de información vertidas en la redes se convierte en una pura forma de desinformación. El periodista, más que nunca, tiene la responsabilidad de seleccionar entre las montañas de aparente información y separar la basura del trigo limpio. Para ello, la formación debe ser la de un humanista con la capacidad para desvelar todo lo que impide acercarse a la realidad y a esa utopía que llamamos verdad. Por eso es importante la llamada a la autocrítica de la APCR a la aplicación del rigor frente a las noticias falsas y los bulos de las redes sociales y a favor de la veracidad y la calidad de la información. Esa parte es la que el propio periodista tiene que aplicarse cada día y en sus manos está hacerlo con conciencia profesional. Lo otro, lo del respeto a la libertad de expresión, la independencia… por parte del poder económico o político no está en su mano desgraciadamente, y uno se teme que no lo estará nunca.

Es curioso que cuando los podemitas de Molina III pactaron lo que García-Page llama un acuerdo de investidura y luego un pacto de presupuestos, propusieran una norma de reparto de la publicidad institucional a los medios basada en criterios objetivos como las audiencias controladas por la OJD, puestos de trabajo generados, etc… cualquiera puede ver hoy a la vista de esos criterios que son públicos, el reparto que el año pasado se hizo de esos fondos. Las  cuentas del Gran Capitán son un canto al rigor contable cinco siglos después: “En picos, palas y azadones, seis millones".