Cervantistas, cervantianos, cervantólogos y demás bichos raros
No hay escritor en el mundo, salvo William Shakespeare, que haya mantenido y mantenga en la actualidad un ejército de admiradores, estudiosos, especialistas y demás bichos raros que Miguel de Cervantes y su Ingenioso Hidalgo Don quijote de la Mancha. Cervantistas, cervantianos, cervantinistas, cervantólogos… y demás fauna asociada, conforman un mundo que hace crecer las estanterías de las bibliotecas al mismo ritmo que se multiplican las jornadas y los congresos en los que todos siempre tienen algo que decir. El Quijote es un filón de citas comparable a la Biblia y la vida del propio autor tiene tantas incógnitas sin resolver que siempre hay un hueco para un investigador dispuesto a dejarse las pestañas en un archivo. De hecho la bibliografía sobre ambos crece de manera exponencial y la última gran biografía, debida a José Manuel Lucía Megías, deja bien claro que con los cambios que a lo largo de los siglos ha experimentado la visión en los lectores de Cervantes y el Quijote, cada generación producirá una nueva interpretación. Los dos son inagotables e inabarcables.
En nuestra región tenemos la suerte de ser la tierra elegida por el autor como fondo del mito universal que desde el siglo XVIII se convirtió el Quijote. Aunque en la segunda parte, don Quijote recorre tierras de Aragón y llega a Barcelona, muy pocos son los que imaginan al ingenioso hidalgo con el fondo del río Ebro o en las playas de Cataluña, si no es algún cervantólogo loco que demuestra que en realidad don Miguel apoyaba el “procés” y don Quijote antes de darse a la lectura de los libros de caballería era un asiduo lector de Ausias March. Ya se sabe que a don Miguel de Cervantes se le ha hecho judeoconverso, moro encubierto, erasmista, macarra y bujarrón en Argel… Fauna cervantiniana hay para todos los gustos y colores.
Pero a lo que íbamos. En este mes de junio y en tres localidades modestas pero con arraigo cervantino, La Puebla de Almoradiel, El Toboso y Alcázar de San Juan se va celebrar uno de esos congresos internacionales que serían imposibles en tales lugares sin la invención genial de un escritor español hace la friolera de más de cuatro siglos. Allí, una fauna variopinta de cervantistas, cervantianos, cervantinianos, cervantinos y quijotescos investigadores venidos de todo el mundo (aunque uno eche en falta algún chino o algún japonés, que al final acabarán estando), nos hablarán de la familia de don Quijote, el duelo de ingenio entre Altisidora y don Quijote, o de la influencia de Cervantes en la autora del Frankenstein y a lo mejor de paso nos enteramos de cómo su lectura ha influido en el gobierno de Pedro Sánchez…
En fin que sin Cervantes, ni don Quijote, este verano en La Puebla de Almoradiel, El Toboso y Alcázar de San Juan ni habría cervantistas, ni cervantólogos, ni cervantinos, el que asista no tendría una mejor manera de pasar el rato, que diría Pla, ni uno una buena excusa para escribir otra vez del uno y del otro y de ganarme el jornal. Así sea.