Page y el sanchismo en los Quintos de Mora
Pedro Sánchez, secretario general del mismo PSOE en el que García-Page es secretario general en Castilla-La Mancha, es hoy presidente del gobierno de España en contra de la opinión del compañero Emiliano. De su factoría de ocurrencias múltiples salió aquello del gobierno Frankenstein y en La Moncloa no olvidan su papel de muñidor junto a Máximo Díaz Cano, la mano derecha de Susana Díaz en la célebre defenestración de Pedro Sánchez en las jornadas inolvidables de Ferraz, convertido en el Campo de Montiel de los Trastamara. La última factura por aquella “gloriosa jornada socialista” son los dos decretos de trasvase firmados e impulsados por la titular de un ministerio que algunos han comenzado a llamar de “Traición Ecológica”.
Los medios nacionales interpretan el continuismo de las políticas de agua, que todos los presidentes de España de Felipe González acá han mantenido, como un refuerzo a levantino Ximo Puig y una nueva patada a su enemigo íntimo Emiliano García-Page. Se apoya a Ximo y se deja a su suerte a Emiliano. Nada nuevo. Los votos de Levante tienen un peso político en el conjunto de España que no tiene la despoblada Castilla-La Mancha. Nada nuevo tampoco en esas dos almas del PSOE que le brotan en los momentos críticos de su historia y que a sus dirigentes poner velas a San Julián Besteiro o a Maese Largo Caballero, “El Lenin español”.
Y en esta situación uno cree que es donde García-Page se crece y saca el máximo rendimiento a ese “talento”, marca de la casa Bono, que algunos todavía le niegan. Él puede marcar un perfil moderado frente a Sánchez y sus ocurrencias que le sitúe en el centro del caladero de votos del que tantas buenas mareas extrajo su mentor. Además tiene asegurado con muy poco esfuerzo marcar paquete nacionalista manchego, algo imprescindible para ganar elecciones regionales en la España de la posverdad nacionalista; porque hay que decir que en España el mayor triunfo de los nacionalistas catalanes y vascos ha sido trasladar el virus del agravio comparativo entre territorios hasta hacer imposibles los consensos. Nadie hoy día es capaz de renunciar a la demagogia de ese discurso, porque enseguida aparece otro de los argumentos más queridos en el nacionalismo de boina y barretina: “Traición a la patria”.
Sobre el sanchismo hay casi unanimidad en la opinión pública nacional: es un gobierno de poses, fotos y gestos a falta de la posibilidad real de incidir positivamente en los grandes problemas nacionales, y en esa política de gestos fue muy significativo que no hubiera una foto con el presidente de la región en la que se ubican los Quintos de Mora. Quizá no saben en el núcleo duro sanchista que le estaban haciendo un favor.