De lo peor que puedas ser
Ha dicho Antony Beevor en la presentación de su libro “Arnhem, la batalla de los puentes 1944”, que “paracaidista es de lo peor que puedes ser en una guerra”. Hasta entonces el dicho se aplicaba a los zapadores pontoneros y desminadores: los primeros en llegar a la línea de fuego y los últimos en retirarse; justo al contrario de un peculiar cura que uno conoció hace años y que para escándalo de sus feligreses era el último en llegar a la iglesia y el primero en salir.
Ya se sabe que profesiones de riesgo hay muchas, y ser periodista de pueblo tiene su peligro por aquello de la convivencia o la conllevancia con aquellos de los que tienes que escribir a diario. O eres amigo, y por lo tanto un vendido para los demás, o eres un enemigo a añadir a la lista negra. Ahora, ser político de pueblo y pretender ir a más, pasando por unas primarias se ha añadido a la lista. O césar o nada. Perder unas primarias, como se ha demostrado en el noventa por ciento de los casos, supone dar por acabada tu carrera política. Aquí todavía estamos lejos de la cultura política norteamericana que integra al perdedor y también del ejercicio de humildad propio, ahí está el caso Soraya, de admitir la derrota con deportividad. Muchos ahora añoran los tiempos de la cooptación, trabajada día a día a base de fidelidad perruna al líder y mucho más aquellos en los que la palabra paracaidista significaba justo lo contrario de lo que nos cuenta el historiador británico de las fuerzas de élite de la II Guerra Mundial.
El peligro de las primarias es tan patente que incluso los partidos que venían a regenerarnos con la democracia asamblearia de la Puerta del Sol, tienen que retorcer el vocabulario para colarnos la estampita entre los billetes de quinientos. Doña Manuel Carmena ha lanzado aquello de “participatarias” para justificar que ella no está dispuesta a pasar por el calvario de unas primarias al uso y correr el riesgo de perderlas. Así que ya se sabe que en su plataforma se puede discutir cualquier cosa menos el número uno y que será ella también quien decida quien viene detrás, por aquello de lo experiencia democrática vivida en la presente legislatura. Ha hecho lo que ningún partido, que no sea el que por mucho que lo disfrace representa a Carmena y sus ocurrencias, se atrevería a hacer en la España actual.
Paco Núñez y Carlos Velázquez son alcaldes de pueblo pero que siempre han aspirado a algo más. Hace unos años, tacita a tacita, se hubieran labrado su carrera política a la manera del funcionariado de toda la vida: paciencia y trienios. Ahora eso no es posible. Me temo que uno de los dos tras el primer fin de semana de octubre empiece a añorar los viejos tiempos. También el paracaidismo.