La insoportable levedad del audiovisual de la Constitución
No soy demasiado proclive a asistir a estos espectáculos de luz y sonido que ahora proliferan en fiestas, aniversarios y conmemoraciones, como antes lo hacían los inevitables fuegos artificiales en las fiestas patronales de cualquier localidad que se preciase. La causa es que uno espera poco de lo que no deja de ser una ilusión que hoy se nos da en cualquier medio casero y al alcance de cualquier niño con teléfono móvil. El viernes pasado se anunciaba uno de esos espectáculos en las murallas de Talavera en conmemoración del cuarenta aniversario de la Constitución y me acerqué a contemplarlo. A uno le parece en principio positivo que el Gobierno de Castilla-La Mancha patrocine el cumpleaños de la Constitución del setenta y ocho cuando cumple cuarenta años, y mucho más teniendo como socios en la “gobernanza” a los que por activa y por pasiva han dejado claro que tienen como objetivo demoler una obra que consideran viciada de origen por la falta de libertad de aquellos españoles que la refrendaron con rotundidad. Defender, promocionar y dar a conocer los valores constitucionales siempre es loable y los tiempos políticos que corren no invitan ni mucho menos a hacerlo sobre todo desde una izquierda que, cuando no ha renunciado a hacerlo o a ponerlo en cuestión (el caso flagrante de Izquierda Unida), empieza a acusar en la cuestión constitucional un complejo de esos tan queridos en la derecha española, como es el caso del PSOE de Sánchez. El Gobierno de Page ha apostado por conmemorar con músicas y fuegos de artificio la Constitución y así hay que agradecerlo. Allí estaba el presidente regional y allí estaban los representantes de los partidos constitucionalistas acompañando al alcalde, y ese es un gesto que hay que anotarles a todos en el haber.
Es verdad que, a lo mejor, el que no espera nada de una proyección de este tipo es el que en realidad más espera y quizá eso es lo que me pasó a mí el otro día. Uno siempre espera de estas cosas que además de las luces, el sonido y los efectos especiales tengan una sustancia que los justifique, y con ello no quiero decir que detrás aparezca el catecismo constitucional como el mejor de los panfletos ciudadanos o una lección cívica de valores constitucionales. Ahora bien, otra cosa es que con la excepción de unas pocas imágenes de los padres de la Constitución, de Suaréz, de la bandera nacional, el escudo y el actual rey… el grandioso y mundial espectáculo que se anunciaba lo mismo podría haber servido para celebrar la Constitución que la boda de Albert Rivera. Daba toda la impresión de que se celebraba algo a la vez que se pedía perdón por hacerlo. Mucho color, mucho sonido, muchos efectos especiales… pero, como al final del soneto cervantino dedicado al túmulo de rey Felipe II en Sevilla: “Miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”. Imposible que nadie se sienta ofendido. Insoportable levedad audiovisual.