¿Pero hubo alguna vez políticos en las Cajas de Ahorro?
Si alguien dudaba de ese dicho que se atribuye, como tantos otros, a Napoleón Bonaparte de que si quieres que algo no se resuelva, nombra una comisión, que eche una ojeada a las conclusiones de la comisión de investigación sobre las Cajas de Ahorro que hace apenas una semana se ha cerrado después de meses de trabajo en el Congreso de los Diputados. Más de trescientos diputados han concluido que en la quiebra que acabó con todas las Cajas de Ahorro nada tuvieron que ver los políticos que estaban en ellas, ni la hipotética politización que habría llevado a sus directivos a abandonar los criterios profesionales de rentabilidad y eficacia económica. Nada. Los diputados del PP y del PSOE, incapaces de ponerse de acuerdo en gravísimos temas de Estado, se han puesto por primera y rara vez en la última legislatura para llegar a tan sesuda conclusión: de la desaparición por derribo de las Cajas españolas tuvieron la culpa múltiples factores, nacionales, internacionales y del mundo mundial, pero no tuvieron nada que ver ni los políticos, que acampaban en ellas como tribus indias en las praderas del oeste americano, ni la politización. Y lo grave es que, a la rara unanimidad con que han cerrado esa presunta comisión de investigación, se ha sumado con todos sus diputados esa fuerza política que venía a asaltar los cielos, a regenerar el sistema y a acabar con la casta que lo parasitaba. Solo el grupo parlamentario de Ciudadanos ha votado en contra.
Claro, cuando uno se para a pensar mínimamente en tan sorprendente alianza encuentra motivos sobrados para el encuentro. Los dos partidos mayoritarios es lógico que se sacudan la responsabilidad porque todo el mundo sabe que, a partir de la modificación de la Ley de Cajas por el primer gobierno socialista de Felipe González, los consejos de administración y los cargos directivos quedaron en manos de la cúpula de los partidos políticos del turno y fueron muy pocas, por no decir ninguna, las que acabaron imponiendo criterios verdadera y estrictamente bancarios en su gestión. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Lo de Podemos es otra cosa. Creen en una banca pública, nacionalizada y manejada desde el poder político. Siguen los experimentos de intervención económica fracasados a costa de millones de muertos en la Europa dominada por la Union Soviética y que coincidían con el otro totalitarismo en sus recetas económicas. Lo de la nacionalización de la banca es una de las bases programáticas en el irredento programa de Falange Española de José Antonio Primo de Rivera. Es increíble su afecto y admiración por los modelos políticos y económicos fracasados, pero también su facilidad para envolverlos en el papel de celofán de la demagogia. Pero, al fin y al cabo, son coherentes. No dudarían un minuto, si tuvieran ocasión, en volver a repetir el modelo de Cajas de Ahorro que tantos éxitos ha conquistado. De éxito en éxito hasta la derrota definitiva. ¿Pero hubo alguna vez políticos en las Cajas?