Las dos campañas de Page
En el último Comité Federal del PSOE se desató la guerra contra Susana Díaz y ella dijo “tomar nota”. Está claro que lo de Sánchez y Díaz terminará con uno de los dos fuera de los puestos del control del partido. Pedro Sánchez ha mostrado el músculo que en su reconquista del poder se encargó de autootorgarse, con el respaldo de la militancia, con unos estatutos que dan todo el poder para el César. Y si no, ahí está la militancia para tirar de referéndum, que siempre ha sido el método de los que tienen poco gusto por la democracia representativa. A Susana le han impuesto las listas desde la calle de Ferraz y de nada ha servido que apelara ahora a la militancia. Ahora, Susana se enfrenta a una campaña electoral en la que cada voto que supere a su resultado en las últimas autonómicas andaluzas será un clavo sobre su ataúd político. No remar en la misma dirección supondría una acusación de traidora difícilmente defendible. Susana está en una encrucijada, pero no le queda otra que aparecer como la mujer fiel a sus votos con su partido. Después del 28 de abril es inevitable el enfrentamiento definitivo por el control de una federación que, junto a Cataluña, otorgó las últimas mayorías socialistas.
Otra situación muy distinta es la de Emiliano García-Page. Por lo pronto, y aunque sólo fuera por tacticismo, nadie le puso una sola pega a las listas que los comités provinciales habían elegido. Emiliano salió satisfecho y, por una vez, sin necesidad de introducir algún matiz de esos con los que le gusta diferenciarse. Por ahora, en Ferraz han guardado el hacha de guerra, a pesar de que saben que fue una de las manos que empuñaron el puñal en aquel uno de octubre de triste y rencorosa memoria en los anales del sanchismo. Desde luego, Andalucía no es Castilla-La Mancha y, además, García-Page supo ganar el poder a pesar de perder las elecciones. En el PSOE, después de Sánchez, no hay otra máxima política por encima de la que tantas veces se repite de Camilo José Cela: “El que resiste, gana”.
Está claro que Susana y Emiliano preferirían tener otro secretario general al frente de su partido de toda la vida. Saben que lo del gobierno Frankestein les ha hecho mucho daño, porque hay mucha gente incapaz de coger la papeleta de su partido después de los ocho meses de gobierno apoyados en el monstruo. Pero los dos, muy a su pesar, tienen que hacer campaña. No tienen otra. La cuestión es cómo.
Emiliano García-Page ha demostrado su inteligencia política ante este dilema en estos ocho meses. Se ha dedicado a elogiar la política social de los viernes, ha levantado la voz cuando estaba claro para todos que lo de Cataluña cogía un camino peligroso con lo del relator y luego se ha dedicado a explicar lo del partido al que él se afilió para seducir a Ciudadanos y dejar claro que todos no somos Sánchez.
Ahora, cuando tenga que entrar en campaña a favor de su enemigo íntimo, lo hará fundamentalmente atacando a la derecha: será una campaña en negativo, de mínimos y huyendo de la sobreexposición con el coautor del “Manual de Resistencia”. La otra campaña que viene a continuación será muy diferente. Ahí estará el Emiliano en positivo, que además dirá buena parte de lo que callará un mes antes. Son las dos almas actuales del PSOE puestas en modo electoral. Ahí, en ese registro, pocos ganan a Emiliano.