Aquí no hay playa, ni puerto seco
Si siguiera los criterios con que al menos hace unos años se consensuaban los contenidos a tener en cuenta en las reuniones de coordinación de Geografía para la realización de la entonces Prueba de Acceso a la Universidad, no podría escribir esta columna. Como Castilla-La Mancha no tenía costas, se razonaba allí, los temas dedicados al mar, se daba por hecho que no aparecerían, de una manera prioritaria, se decía, en la temida prueba de selectividad. La decisión era muy discutible desde cualquier punto de vista, pero entonces, como ahora sospecho que sigue ocurriendo, el mayor interés de los profesores de segundo de Bachillerato era delimitar al máximo el programa y preparar al alumno para pasar la prueba, a la manera que se entrena a alguien para obtener el carnet de conducir. Cuanto menos materia a explicar por el profesor y a asimilar por el alumno, mejor para ambos. En este caso, como digo, no había ese fondo ideológico que se ha impuesto en algunas autonomías, de obviar todo aquello que traspase las fronteras regionales, pero el resultado, al fin y al cabo, acaba siendo el mismo. Ese, y no me canso de repetirlo, es el gran triunfo de los nacionalismos en la España de las Autonomías y las nacionalidades. Nadie quiere ser menos que nadie en eso de mirarse el ombligo e ignorar el del vecino.
En el periódico La Razón se recordaba ayer la revolución que supuso para el transporte de mercancías el invento del estadounidense Malcom McLean con el contenedor; una caja metálica de medidas convencionales hasta llegar a las actuales más comunes de (6,1 x 2,4 x 2,6 m) que se consideran como Unidades de Transporte intermodal (UTI o TEU). La posibilidad de transportar estos contenedores, sin tocar su contenido, por tierra, mar o aire con una simple operación de carga o descarga ha cambiado el comercio mundial y está en la raíz de lo que conocemos como globalización. En España, puertos como los de Bilbao, Barcelona, Valencia o Algeciras mueven cifras millonarias de UTIs.
Castilla La Mancha, no tiene ni costa, ni playa, ni puerto. Aunque, eso sí, tiene dos puertos secos en Azuqueca de Henares y Marchamalo que con el de Coslada completan la red de enlace de la región económica de Madrid. Un puerto seco según la definición más utilizada es “Una terminal intermodal de mercancías situadas en el interior de un país o región económica que conecta a través de la red ferroviaria con un puerto marítimo de origen o de destino”.
La diferencia entre un puerto seco y una plataforma logística es que en el primero se puede realizar el despacho de aduanas o control aduanero, además de agilizar el tránsito intermodal con una misma medida de carga (UTI).
Si se mira en el mapa la situación de los puertos secos españoles, apenas una decena más de los tres citados, se ve que se concentran todos en el ángulo nordeste penínsular que marcarían dos líneas con vértice en Madrid y Bilbao y Valencia como límites. Los tres cuadrantes restantes no tienen una sola de estas infraestructuras fundamentales. De Madrid para abajo, con Castilla-La Mancha, como gran desierto en una línea que apunta a Algeciras, ni mar, ni playa ni puerto seco. Guadalajara para esto, como para casi todo lo que tiene que ver con prosperidad económica es Madrid. No hay otra. A lo peor tenía razón el coordinador de Selectividad.