Castilla-La Mancha nación
Lo del PSOE no tiene remedio. Y ya no es el PSOE de Sánchez, porque a muchos se le olvida que, si Pedro Sánchez es hoy secretario general y campa de Gata a Finisterre sin oposición efectiva, es porque así lo quisieron de una manera neta y clara sus militantes. La prensa clama contra el silencio de los barones, pero bastante tienen Lambán o Page con mantenerse en unos territorios donde el afiliado de base idolatra la audacia de Pedro Sánchez y su odio a la derecha. Lo de la Constitución y la unidad de España son, al fin y al cabo, palabras bonitas y conceptos discutidos y discutibles. Lo que prima es el poder porque, según el manual de resistencia del líder, desde el poder se puede hacer cualquier cosa. Y al poder, como decía su ilustre antecesor socialista en la Secretaría General y en el Gobierno, se llega “como sea”. Por eso, no es extraño que, ahora que hay que justificar el pacto de investidura con los independentistas, desde el mismo partido surjan voces como la de Eneko Andueza, secretario general de la sucursal del PSOE en Guipúzcoa, que ha proclamado a Castilla-La Mancha nación con el argumento de que “podemos utilizar tantos conceptos como queramos”.
Así que, ya saben, desde ahora queda proclamada la nación castellano-manchega, y el café para todos de Suárez será sustituido en la doctrina sanchista por el café-café de las diecisiete nacionalidades y las que sean menester. Conceptos discutidos y discutibles, ya digo: la plurinacionalidad, la nación de naciones… lo que sea con tal de mantener el poder otro poco. No importan los medios sino el fin, y el fin de la izquierda no puede ser puesto en cuestión: la redención universal, el hombre nuevo, la armonía de las esferas celestiales... Eso sí, con ellos en el poder.
Si Eneko Andueza hace sólo unos años hubiera salido preguntando en una televisión por qué Castilla-La Mancha no podía ser una nación, el choteo hubiera sido universal y se le hubiera tachado de loco, idiota o provocador. Hoy, desgraciadamente, hay gente que se lo toma en serio. Es el gran triunfo de los nacionalistas vascos y catalanes, porque han conseguido inocular su discurso en todo el territorio nacional, con la izquierda, que un día fue internacionalista y enemiga jurada de los particularismos, como principal aliada.
Hace unos años nos reíamos cuando apareció una pintada que firmaba uno de esos grupos que se dicen herederos del espíritu comunero y que decía solemnemente: “Españoles fuera de Castilla”. Hoy, desgraciadamente, ante el disparate, habría algo más que risas.