Los tres grecos de Guadalupe. Conflicto a la vista.
El domingo pasado, Adolfo de Mingo, que casi todos los fines de semana nos regala algún reportaje histórico en La Tribuna, ponía sobre la mesa uno de los problemas que tendrá que ser resuelto si, como todo apunta, la llegada del nuevo arzobispo de Toledo, don Francisco Cerro, supone la integración de Guadalupe en la diócesis de Coria-Cáceres.
Ya tiene uno dicho que la Iglesia Católica, como cualquier otra organización divina o humana que no haya sido creada en contra de las leyes de un país, tiene todo el derecho de organizarse como le dé la real gana a sus afiliados, fieles o accionistas. No sé, ni me importa, si el territorio de Castilla-La Mancha está integrado en la Iglesia de los Santos de los Últimos Días en la diócesis de Utha o en la de las misiones del Paragüay. Lo mismo digo sobre la obediencia debida de los masones españoles a la regla escocesa o francmasona. Cada uno se organiza como puede y quiere. También ha dicho uno que nadie protestaría en Castilla-La Mancha porque, a partir de ahora, la Guadalupe eclesial confirmara lo que la Geografía y el sentido común dice. Otra cosa es la Historia, aunque me parece que en este caso la grey católica no tiene demasiado interés en recordarla.
Pero la reorganización de un territorio eclesial histórico, como se ha comprobado con algunas zonas limítrofes de las diócesis aragonesas y catalanas, desde la instauración del Estado de las Autonomías, produce unas derivadas que van más allá de lo que podríamos llamar “asuntos internos”.
Siglos de catolicismo en España han producido un patrimonio cultural y material en el que es difícil deslindar el tanto por ciento de propiedad que pertenece estrictamente a la Iglesia y al común de los mortales. Uno cree que todos los habitantes de España, sin distinción de creencias o pertenencias a la Iglesia Católica, tienen una buena parte de la herencia de ese patrimonio, aunque sea a su pesar. Y en esto, el dad al César lo que es del César… es una ventaja que puede conformar a la buena voluntad de todos.
Protestas por la entrega de Guadalupe a una diócesis de Extremadura no cree uno que haya, fuera del ruido de sotanas habitual en la sala del cabildo catedralicio y que uno compara a aquellos malestares según fuentes bien fundadas del maestro Luis María Anson. Sin embargo, los grecos de Talavera la Vieja-Berrocalejo, que don Marcelo González cedió a la Junta de Extremadura para ser exhibidos en Guadalupe, quizás por aquello de afianzar a Toledo en aquellas tierras y tender puentes con Rodríguez Ibarra, pueden traer cola porque por encima de la fe, de los católicos y de la organización eclesial en cuanto alguien diga a aquello de don Juan a su hijo Juan Carlos. ¡Venga ese Toisón!. ¡Vengan esos grecos!