Rectificar para bien sobre la cuarentena turística
Estoy escribiendo este artículo desde el sábado, cuando desde las primeras horas de la mañana vi que la segunda parte de la columna que publiqué el viernes, afortunadamente no se cumplía. Allí decía que si se podían sacar algunas conclusiones de la crisis que se venía encima, la primera era que los políticos se habían convertido en el primer grupo de riesgo, algo que se ha corroborado a lo largo de los pocos días transcurridos. Luego, añadía mi temor de que en Madrid y en las grandes ciudades se produjera una espantada general y la España vaciada por fin se llenase muy a su pesar. Afortunadamente, me equivoqué, al menos en lo que concierne al pueblo donde vivo y en el que el fin de semana fue uno de esos fines de semana en el que no vinieron siquiera muchos de los que no fallan ni uno solo. Parecería que se habían puesto de acuerdo para llevar la contraria a los pesimistas que augurábamos un sálvese el que pueda general. Los habitantes de Madrid que salieron estos días se habrán ido a Alicante, a Benidorm, a Murcia o a Andalucía. A Navamorcuende doy fe que no.
El viernes ya se había visto que los habituales no llegaban. El sábado fue un sábado de esos que parecía un día de diario en el que nos encontrábamos los de siempre en los sitios habituales Apenas se dejó ver algún excursionista de los de rutas a pie por la Sierra de San Vicente, algún motero, o algún grupo ciclista de los que paran en los bares de la carretera a tomar algo. El restaurante apenas sirvió una docena de comidas, una décima parte de lo que darían un buen fin de semana. Los clientes, los podría contar uno a uno, porque son los de todos los días y con los que durante algún tiempo he compartido mesa, y a los que afortunadamente el domingo les confirmaban que podrían recoger su comida y llevarla a casa. No había nadie de fuera y la gente de aquí no salía de casa. Antes de media tarde del sábado todos los establecimientos estaban cerrados. Luego, el domingo cuando pasé a hacer la compra, en las tiendas, las dependientas llevaban mascarillas y guantes y advertían de que llevarían la compra a casa a cualquiera que lo pidiera.
No he visto gente de vacaciones, ni de cuarentena turística, ni niños jugando en las calles, ni gente que no fuera la que normalmente ve. La gente se ha tomado en serio el tema. Así son las cosas aquí. Tenía que rectificar y así lo hago. Así son las cosas y así las ve uno.