La crisis de los bares
Los españoles somos un pueblo de bares. El bar, es el centro de la vida social de pueblos, barrios y ciudades. No es casualidad que el número de establecimientos de hostelería por habitante de nuestro país sea uno de los más altos del mundo. Y hablo de los bares, los restaurantes y las casas de comida de todos los días por los que todos pasamos y dejo aparte aquellos que viven del turismo exterior en nuestras costas. De esos bares y restaurantes del día a día y clientela fija, me temo que quedarán muy pocos si el invierno se echa encima pronto, hay que recoger las terrazas y la situación de la pandemia no da un giro radical que ni está ni se le espera.
Los que resisten detrás del mostrador lo ven muy negro porque mucha gente, sobre todo mayor, ha dejado la rutina diaria del bar por el paseo al aire libre y la cervecita en casa. Las terrazas no tiran durante el día, condicionadas muchas por el calor, y las limitaciones de horarios no ayudan a que la noche compense el esfuerzo de meter horas y horas. Hay un pesimismo generalizado en el sector porque muchos de ellos son negocios que no están preparados para resistir un bajón de público tan prolongado. Llegar a fin de año será para la mayoría una odisea.
El negocio del bar en España es normalmente un negocio familiar. Un negocio de autónomo, montado con los ahorros familiares y que mete horas y mantiene el sueldo de algún empleado cuando las cosas van bien. Muchos de ellos sólo aspiran a sacarse un sueldo y poco más a base de una clientela fija. Ahora, ese horizonte se derrumba para muchos que inevitablemente echarán el cierre antes de que el panorama cambie y la rutina de la vida se imponga sobre la del miedo.
Y es que, aunque seamos un pueblo que daba la imagen hace unos pocos meses de no poder vivir sin bares, hemos abandonado los bares y los restaurantes. El miedo, el temor, el respeto -llámenlo como quieran- se ha impuesto en nuestras vidas y de lo primero que hemos prescindido ha sido de esa vida de bar, tertulia, café y sociedad que parecía tan nuestra y tan arraigada en nuestra manera de ser y de entender la vida.
En las peores crisis siempre decíamos, “no será tan grave cuando los bares, los restaurantes y los campos de fútbol están llenos”. Ahora no. Los bares, los restaurantes y los campos de fútbol están vacíos. La cosa es gorda. No hemos visto otra: bares vacíos en España. Casi ná. Un indicador de la que tenemos encima y como lo vivimos.