Page se adelanta con la ley antiokupas
El PP de Paco Núñez lo había anunciado: presentarían una proposición de ley antiokupa en las Cortes Regionales. Sin embargo será el PSOE de García-Page el que lo llevará a cabo y la sacará adelante. Fuera de rivalidades y protagonismos, uno se alegra de que por fin los dos grandes partidos se pongan de acuerdo y espera que lo mejor de ambas propuestas pase al texto definitivo. Así debería ocurrir en temas como la gestión de pandemia, en la que cuando hablan unos y otros uno no aprecia grandes discrepancias en las soluciones propuestas, aunque luego el fuego cruzado no cese.
En ese tema, García-Page y Paco Núñez deberían haber constituido un órgano de seguimiento conjunto formado fundamentalmente por expertos que supervisaran y trasladaran a los órganos ejecutivos, principalmente de Sanidad y Educación, sus propuestas de mejora en la gestión.
Sin duda, para mí, el gran fallo de Aznar, en la mayor crisis que ha vivido España en este siglo y que cambió para mal el funcionamiento del sistema de setenta y ocho, fue no llamar al líder de la oposición, que en ese momento era Rodríguez Zapatero, y ofrecerle su inclusión y la de su gente en la gestión, fundamentalmente de la información de la crisis. Ahora con la pandemia tiene uno la impresión de que unos y otros, según estén en el poder o en la oposición, juegan con el mismo oportunismo y sectarismo del nefasto ejemplo del 11-M del 2004. Lo mismo da que sea un presidente autonómico que el mismo presidente del Gobierno de la Nación. García-Page, con la ley antiokupas ha hecho muy bien en ponerse por delante de la manifestación y haría muy bien en tratar de integrar a los de enfrente.
Está claro que el PSOE de Sánchez, a nivel estatal, no moverá un solo papel en la dirección de Page mientras no tenga solucionados los presupuestos. El tema de la okupación es un tema sensible para sus compañeros de coalición gubernamental y para buena parte de sus socios parlamentarios en la geometría variable con la que sostiene su acción de gobierno. Emiliano García-Page no tiene ese problema. No depende de nadie, nada más que de su perspicacia política y su voluntad de marcar otra senda para un PSOE que hoy está muy lejos de los principios fundamentales de la socialdemocracia clásica y en coyunda marital con el populismo y la peor demagogia de la izquierda.
Emiliano García-Page abre otro camino bien diferente al de su secretario general y amado líder, y uno no tiene otra que alegrarse, porque, aunque no esté de moda, principalmente en esa izquierda tirada al monte, uno sigue creyendo que el sistema del setenta y ocho y la forma de llevar a cabo la Transición, es la buena guía para unos y para otros.