Lo que parecía imposible: aeropuerto sin vuelos
Con el aeropuerto de Ciudad Real ha pasado uno, como con tantas cosas en la vida, de la ilusión al desencanto. Uno estaba convencido de que era una gran idea situar un aeropuerto en plena Mancha como alternativa a Barajas cuando el aeropuerto madrileño vivía una crisis de crecimiento y muchos expertos coincidían en qu había que buscar soluciones que no pasaran por una simple ampliación que no traería nada más que problemas añadidos a los existentes. Yo no sé quién estaba detrás de los estudios que auguraban un futuro despejado para una infraestructura que desde todos los ángulos que se contemplaba parecía sólo tener ventajas y me resisto a creer que los análisis que las entidades financieras utilizaron para meterse en la aventura fueran realizados por incompetentes.
Pero el caso es que prácticamente cuando se habían hecho las principales inversiones y no había marcha atrás el fiasco fue evidente. Ciudad Real, el Aeropuerto don Quijote, el Madrid Central, era un aeropuerto sin aviones y cuya propiedad o explotación parecía una de esas bolas de nieve de ingeniería financiera, que el que más y el que menos pretendía quitarse de encima. En Castellón, en Teruel, por solo hablar de dos lugares en los que la situación ha sido muy similar, pasaron por las mismas pruebas y parecidas frustraciones. Contar la historia de la propiedad del aeropuerto y de los avatares por los que ha pasado en los juzgados y en los mercados inmobiliarios, es un galimatías en el que uno se pierde, y en ese relato sólo encuentra uno de vez en cuando la esperanza de que alguna circunstancia cambie la historia, porque lo del cine, por mucho Pedro Almodóvar que ruede allí, no es serio y no deja de ser una anécdota.
Pero mira por donde la crisis del covid-19 ha convertido a la gran quimera quijotesca y perdida en un lugar pleno de vida donde trabajan dos centenares de personas y en donde se pavimentan terrenos a contrarreloj para dar alojamiento a unos aviones que no cesan de venir a la Mancha. Aparcamiento temporal, mantenimiento y desguace, son los principales servicios que se dan hoy día a un sector que vive la mayor crisis de la historia y que paradójicamente han permitido la resurrección de una infraestructura que uno veía con un futuro muy negro.
Después de lo vivido, lanzar las campanas al vuelo le parece a uno una temeridad, aunque mientras que dura el espejismo de un aeropuerto abarrotado y que amplía sus instalaciones se vuelve a preguntar si después, cuando todo esto pase en el aeropuerto de Ciudad Real, ya que no pasajeros y vuelos atestados de viajeros y mercancías, sigan habiendo aviones que cuidar, mantener, reparar y desguazar como hoy.