De vándalos, gamberros y todos nosotros
En el parque Gasset de Ciudad Real unos gamberros han destrozado una fuente ornamental de cerámica salida de los talleres de don Juan Ruiz de Luna de Talavera. La fuente es una de esas obras inconfundibles para cualquier aficionado a la cerámica de Talavera que se pueden encontrar en el lugar más inesperado de España o del mundo. En aquel taller siempre estuvo muy clara que la exigencia y la calidad artística tenía que ir acompañada de una ambición empresarial que nunca se puso fronteras. La de Ruiz de Luna es una obra reconocida en vida y que no ha dejado crecer en su valoración, tanto desde el punto de vista artístico como en el de su cotización de mercado, aunque a muchos les suene a puro materialismo. Por eso a uno le resulta tan difícil meterse en el pellejo y en la motivación del vándalo que perpetra un acto como este.
Ha coincido el acto de vandalismo gamberro de la fuente de Ciudad Real, con el asalto que un individuo, armado con un martillo, ha realizado a un edificio, en estos momentos sin uso, en Gijón, “La gota de leche”, en el curso del cual se ha llevado por delante, además de otros muchos elementos ornamentales y propios de la casa, unas placas de cerámica de Ruiz de Luna, a las que ha machacado con una saña que las hace irrecuperables. A todas luces parece la obra de un desequilibrado metido en faena contra el mundo. Algo que siempre puede ocurrir, pero que a uno se le antoja un peaje menor cuando se compara con los posibles daños en personas. Le ha tocado a una obra de Ruiz de Luna y habría que saber si ese loco se ha ensañado con ella con especial esmero, o simplemente la obra de Ruiz de Luna, o la inscripción, vienen incluidas en el lote de demolición total que facturó el orate. Vándalos y locos. Uno no está seguro si saben o no saben lo que destruyen.
Y luego, se entera uno de que en Cuenca, un lugar diseñado hace unos pocos años por la artista japonesa Keiko Mataki, la plaza Taiyo, o del sol, en el parque de los Príncipes, se encuentra en un estado de lamentable abandono y deterioro, en el que una confluencia de desgaste, incivismo, desidia y falta de educación ha ido reduciéndolo a la categoría de un lugar que hoy está muy lejos de cumplir la función lúdica, didáctica, artística y científica con que fue concebido.
Todos los grupos municipales de Cuenca están de acuerdo en la necesidad de restaurarlo y recuperarlo, algo muy de agradecer en los tiempos que corren, y a Keiko Mataki le ha salido su alma japonesa entre el crisantemo y la espada y nos ha puesto a todos el dedo en la llaga: “No se trata del Ayuntamiento. Los responsables somos todos nosotros”… Cosas de japonesas.