Ciudadanos, entre el 112 y la “desbandá”
García-Page calificó el otro día la situación de desestabilidad política en España, provocada por Inés Arrimadas y su partido, de “cómo para llamar al 112”. Emiliano se permite ese lujo, porque, a diferencia, de presidentes autonómicos como Juanma Moreno en Andalucía o Mañueco en Castilla y León, no dependen del giro caprichoso de esa veleta naranja que se ha puesto a girar sin que nadie sea capaz de predecir para donde apuntará en el próximo cuarto de hora.
En las palabras de Emiliano hay algo de recochineo y de sarcasmo de quien sabe lo que es pasar por depender de un socio de gobierno. Se nota que ve los toros desde la barrera y se lo pasa bien con el panorama. En Castilla-La Mancha, Ciudadanos ni está ni se le espera. Nada de lo que dicen sus escasos diputados en las Cortes tiene el menor peso político y me temo que, con lo que ha ocurrido, tendrán cada día menos. Lo suyo, efectivamente es para llamar el 112. Isabel Díaz Ayusoles ha inflingido una avería con su decisión de disolver la Asamblea de Madrid y convocar elecciones, que será muy difícil de reparar, no ya en esa comunidad, sino en toda España.
Y es que, aunque haya pasado inadvertido por su irrelevancia actual, en Ciudadanos de Castilla-La Mancha estaban inmersos en un periodo de primarias en el que se renovaban cargos en muchas ciudades y territorios importantes. Claro, que cuando uno veía las cifras de militantes y participantes en el proceso la imagen era paupérrima, y ahí está el ejemplo de ciudades como Talavera con apenas una treintena, ya veía que el partido no estaba para muchas alegrías y ya era bastante que algunos entusiastas echaran la pata adelante. Luego ha sido inevitable, sentir un poco de empatía por esos recién llegados a los cargos que se encuentran con el panorama con el que se encontraron anteayer. Para llorar, y desde luego para llamar al 112.
Y es que desde la ocurrencia de Inés Arrimadas de dejar Cataluña, donde había ganado las elecciones, en Ciudadanos han ido de ocurrencia en ocurrencia hasta la ocurrencia definitiva que se le antoja a uno será su disolución a la manera de la UCD o el CDS. Eso sí, llega el momento para que los que le hayan cogido gusto a la cosa y puedan, desde una concejalía o un acta de diputado, vayan acumulando méritos y haciéndose querer por los unos y los otros en ayuntamientos y comunidades, que la vida es muy corta y la vida política aún más. Los otros, los militantes que no han tocado bola en la nueva política que se les prometía, como la tropa de a pie en las derrotas: “a la desbandá”.