El ministro albaceteño o la tontuna en cinco idiomas
Manuel Castells, ese independentista catalán de Hellín, era un reconocido sociólogo hasta que tuvo la mala idea de meterse a ministro. Una de sus obras, 'La era de la información', en tres gruesos tomos, se convirtió en imprescindible para cualquiera que quisiera entender el mundo que se vivía en los años noventa. Hasta que Pedro Sánchez tuvo la feliz idea de meterle a ministro, coleccionaba sillones de todas las Academias de Economía, Sociología y Ciencias Sociales, de las otras y de lo que se terciara, y le llovían los Doctorados Honoris Causa de las universidades de todo el mundo.
A ministro le metió Pedro Sánchez que no sabía cómo dar un barniz de ilustrado y científico a su Consejo de Ministros. Castell estaba a mano, porque era uno de esos profesores universitarios que no había escondido su admiración por Pablo Iglesias Turrión y que se saben la teoría como un papagayo pero que, a la hora de aplicarla, no dan una a derechas ni a izquierdas.
Salvador de Madariaga, que puso cátedra en Oxford y en Cambridge como profesor, sin que nadie tuviera que reprocharle ni un solo desliz a lo largo de su brillante carrera universitaria,cantó la gallinaen cuanto desempeño su primer cargo en la alta diplomacia de la Sociedad de Naciones como representante español de la II República. No le valió nada su erudición, las horas que había dedicado a la investigación y al estudio, su conocimiento de unas cuantas lenguas vivas y muertas, ni su innegable prestigio profesional. Nada. Tras unas cuantas “madariagadas”, alguien con una mala leche indudable le definió como “un tonto en seis en idiomas” y esa, desgraciadamente, ha sido la imagen que ha prevalecido del pobre don Salvador, empeñado en dilapidar su prestigio arrimado a la sartén que tizna de la política.
Manuel Castells, el Puigdemont de Hellín, desgraciadamente y para sonrojo de amigos, compañeros, allegados, conocidos y saludados, ha cogido carrerilla y se ha empeñado en dilapidar su cada vez más dudoso prestigio, en un más difícil todavía que a uno le resulta de una comicidad digna de Leo Harlem.
Ahora dice que si el gobierno de Pedro Sánchez se fuera al garete España se desintegraría, y el descojono de los medios ha sido general ante una de esas “castelladas” que, sin ninguna duda, marcarán su perfil de agudo sociólogo de la realidad y sus dinámicas, pero que prefiera vivir en las nubes de su ensoñación. Mientras tanto, en las universidades españolas esperan que el ministro haga honor al título de su Ministerio. Ni está ni se le espera
Como es fácilmente comprobable, la tontuna en cinco idiomas sigue proliferando entre sabios.