Como a todo españolito de a pie, a don Antonio López le han subido el recibo de la luz y le han enviado a un municipal para cobrarle las tasas impagadas de los últimos cuarenta veranos llevándose un pedazo de luz de amanecer madrileña de la Gran Vía a la Puerta calle de Alcalá.
Lo que el otro día pasó en la Puerta del Sol con los papeles del de Tomelloso no fue sino el recordatorio de que aquí la administración cobra por cualquier cosa. Quitaron la alcabala del viento porque el gremio de poetas se apoderó del nombre y no había forma de sacar tres reales a la cofradía, y desde entonces la plaga de las tasas, impuestos y demás contribuciones no ha hecho más que crecer. Los alcaldes buscan por donde rascar y en cuanto te quedas parado, mirando en una acera aparece un funcionario de tasas y arbitrios, acompañado de un alguacil, para aplicarte el impuesto de desgaste del paisaje urbano.
Los indios de las praderas de América del Norte, más que a la caballería de las películas de John Ford, temían a los fotógrafos, que con el cajón de retratar se llevaban el espíritu de los guerreros y hacían que desapareciera la caza. La máquina se tragaba a los bisontes y a sus legítimos propietarios en un mismo lote. Los pintores como Remington no tenían mejor prensa entre aquella gente, así que a uno no le extraña que cuando en plena Puerta del Sol aparece Antoñito con sus avíos no tarde en llegar el guindilla que pida los papeles, el alta en el Montepío de pintores de calle y estar al corriente en los recibos de la luz de verano de los último cinco años. Que lo de Antoñito con la luz no es moco de pavo, que el tío lleva empeñado en atrapar la luz madrileña y no es cosa de perder una fuente corriente de ingresos. Que la luz de las calles de Madrid en un amanecer de cualquier mes de julio no es cualquier cosa.
Por lo que se ve, el otro día cambiaron al municipal de todos los años y el sustituto casi supera al célebre Maraga y sus intentos de poner orden en los gallineros de los cines de Talavera, o a aquel otro funcionario municipal que en los amenes del franquismo ordenó retirar la maja desnuda de Goya del escaparate de un librería de Cáceres y el gran Luis Carandell le sacó en su Celtiberia Show.
En fin, a Antonio López García le han visto los apellidos en el DNI y como a todo López, a todo García y a todo Antonio, que no hay español que no tengamos algo de alguno de los tres, le han pasado su correspondiente recibo de la luz.