Lydia Cacho, a la que los medios presentan como periodista y activista mejicana de reconocido prestigio, ha denunciado como censura la suspensión de su obra de teatro, 'La infamia', por parte de la nueva corporación municipal de Toledo.
Por lo que cuentan una parte y otra, la anterior Concejalía de Mujer se había comprometido (nadie aclara si había un contrato por medio) a abonar siete mil cuatrocientos euros a la compañía de teatro de Lydia Cacho por una representación de la obra en Toledo. Ahora, la concejal de Asuntos Sociales, Inclusión, Familia y Mayores argumenta que simplemente no hay dinero y que prioriza otros gastos frente a esa partida.
El caso es que, en cuanto la autora de la obra ha hablado de censura, a la oposición municipal le ha faltado tiempo para atizar leña a la hoguera y, como era de esperar, el caso ha saltado a la prensa nacional. ¿Censura o ahorro?
Está muy claro que si la obra de teatro hubiera sido una comedia o un drama romántico nadie estaría a estas horas hablando de censura y casi todo el mundo estaría de acuerdo en admitir que la nueva concejala tiene otros gustos teatrales y otras prioridades presupuestarias y que está en su derecho de variar una programación heredada, aunque la compañía afectada se vea agraviada económicamente. Pero, claro, la obra de teatro de Lydia Cacho, en el tiempo en qué vivimos es mucho más que una obra de teatro y cualquier debate equilibrado alrededor de una situación como se ha dado en Toledo está condenado al fracaso.
¿Qué debe hacer un concejal que hereda una situación como la toledana para no tener ningún problema? Cualquiera lo sabe: simplemente asumir la programación heredada y el gasto correspondiente y gastar la prosa imprescindible sobre el tema. Hay debates que los carga el diablo y en cuanto el de la violencia de género, machista o como la corrección política exija, aparece no hay otra salida.
No sería la primera vez que la no contratación de una obra de teatro, un recital o una exposición ha provocado una reacción muy parecida a la que en estos días se da en Toledo con los grupos políticos aprovechando para darse leña. Al fin y al cabo cada uno tiene sus gustos, los defiende y escoge como emplear el dinero de los contribuyentes.
Otra cosa bien diferente es que, a partir de ahora, con el precedente de Toledo, cada vez que un programador cultural se atreva a dar un no a la compañía de la señora Lydia Cacho, se encuentre con que se ha convertido en un censor.