Lo deseable, si a uno le nombran ministro, porque después de la retahíla de ejemplos en los últimos años cualquiera puede aspirar a serlo, es que le asignen uno de esos ministerios que desde Cánovas y Sagasta para acá se denominan del gasto. Lo impopular en un gobierno es ejercer de ministro tacañón encargado de recordar a los colegas del Consejo de Ministros que por algún lado habrá que limitar la barra libre.
Uno de los ministerios más populares es el de Fomento, asociado en la imaginación del ciudadano a las inversiones que se ven, que tanto lucen en las inauguraciones y que tanta popularidad pueden dar al titular del ramo. Los ministros de Fomento son la aproximación más cercana a la figura del Papá Noel y los Reyes Magos en cuestión de política de andar por casa. Lo suyo del ministro de Fomento de turno, a izquierda y derecha, es ante todo tener buena prensa mediante el método de administrar los recursos de todos como si en realidad fueran una dádiva personal que se otorga como un regalo.
Claro que, luego en la práctica, cuando se baja a los números y a las inversiones reales, es difícil que no salga un político díscolo de provincias al que nunca se contentará por mucho esfuerzo que se ponga en ello. Pero bueno, nunca chocará con tanta impopularidad como el colega ministro de Hacienda encargado de recaudar, repartir y restringir a los demás. Uno quiere recordar a la mayoría de ministros de Obras Públicas y Fomento de los últimos veinte años y no recuerda uno con el perfil de don Óscar Puente, ministro del ramo en la actualidad y dado a conocer a nivel nacional, aparte de su polémica alcaldía en Valladolid, en el Congreso de los Diputados con aquella concatenación de exabruptos a la que algunos llamaron contestación al discurso de investidura de Feijóo. El hombre lo hizo tan bien y con tal rotundidad que su jefe le premió con el caramelo del ministerio del gasto por excelencia.
A partir de aquello uno pensaba que Óscar Puente reciclaría su imagen aprovechando el tirón propagandístico ciudadano asociado a tal cargo. Pero quia, don Óscar ha seguido erre que erre la línea que marcó en aquella memorable tarde del Congreso de los Diputados su biografía política, como si fuera muy consciente de que su valor político se reafirma cada vez que saca su sectarismo y su dialéctica explosiva.
Por esa formas sectarias uno, como mucha gente en Talavera y en Toledo, anda mosqueado cuando desde su Ministerio se ha anunciado que el próximo mes de septiembre se dará la solución definitiva para la línea de AVE que desde hace veinte años viene anunciándose como inminente. ¡Qué Dios nos coja confesados! Con Óscar Puente, sus exquisitas formas y delicada escuela diplomática por medio cualquier cosa puede ocurrir.