El silencio de Mélenchon
Mélenchon calla en Francia. No ha dicho a quién debieran votar sus seguidores en la segunda vuelta electoral que se celebrará en ese país en semanas próximas. Y ese silencio es lo más significativo. Mélenchon representa el neocomunismo. Es decir, es un partido que se dice de izquierdas. Ser de izquierdas en el siglo XXI, si nos atenemos a las lecciones del profesor Monedero, padre fundador de Podemos en España, sería lo más parecido al chavismo o el peronismo en Latinoamérica. Aunque, entendámonos, defender el neocomunismo o el poscomunismo en Francia o en España no es bueno ni malo. Simplemente, es. Significa lo que expresan en sus discursos o en sus silencios.
En Francia el voto de la segunda vuelta se disputa entre quienes algunos llaman “el banquero”, con connotaciones negativas, Macron (un liberal surgido casi de repente) y la ultraderechista Le Pen, sin connotaciones. ¿Quién es más peligroso para la democracia? Para algunos de los que votaron en la primera vuelta a Mélenchon sería el banquero Macron. Un sondeo sostiene que un 18% de los votantes de Mélenchon votarán a la ultraderecha y otro `porcentaje significativo se abstendrá, lo cual beneficia también a la ultraderecha. El discurso no es nuevo y entra dentro de la lógica del poscomunismo. Con un partido ultraderechista en el gobierno tendría mayor razón de ser una oposición más radicalizada. Vamos, versión adaptada a los inicios del siglo XXI de la dualidad del siglo XX nazismo-comunismo. Se retroalimentan. Los unos se autojustifican en razón de la existencia de los otros. No es casual que, cuando ambos polos de la dicotomía llegaron a su máxima expresión, se produjera una guerra conocida como la Segunda Guerra Mundial. Lo cual fue un apocalipsis, se mire como se mire.
Francia está a un pelo de una dualización social que a nadie favorece. Y a quién menos, a la Unión Europea. Algunos sostienen, con significado también negativo, que Macron (un personaje sin partido) es el candidato de Bruselas. Lo dicen sobre todo los que no quieren saber nada de la Unión Europea. Gusto que comparten la ultraderecha de Le Pen y otras ultraderechas europeas con la izquierda neocomunista. Los primeros, quieren destruirla. Los segundos, dicen, que refundarla. Lo cual suena a música celestial. La apelación a la refundación más parece pirotecnia provisional para encubrir que desde la ultraizquierda tampoco se quiere la Unión Europea. Así que tenemos otra coincidencia entre los polos del espectro ideológico que representan en Francia Mélenchon, por un lado, y Le Pen, por otro. Sin Unión Europea volveríamos al escenario territorial en el que se produjeron en Europa dos guerras mundiales. Pero, no se inquieten, la Historia, dicen algunos, no se repite.