Machado como metáfora
“Estos días azules y este sol de la infancia” fue la frase misteriosa y última que se encontró en el bolsillo de la chaqueta de Antonio Machado cuando murió en el exilio de Collioure unos días antes de que lo hiciera su madre. Se había producido el derrumbe de la República, de las ilusiones de modernidad de España, de muchas vidas de castellanos, catalanes, andaluces extremeños, valencianos. Signifique lo que signifique o fuera el verso de una poesía a punto de nacer, la frase sugiere una enorme tristeza, las nostalgias subterráneas de un tiempo ideal. Tras pasar por Barcelona y alojarse en varias “masías” huyendo a pie del horror hacia Francia, ha sido declarado españolista, franquista y anticatalán. Un enemigo del pueblo catalán. Como lo han sido Quevedo, Lope de Vega, Larra o Goya. Así lo ha dictaminado un erudito local, gloria excelsa de la erudición, en un informe encargado por el Ayuntamiento de Sabadell.
La concreción de la soberbia de la ignorancia. Una metáfora trágica de lo que está sucediendo particularmente en Catalunya y en España y en otras sociedades. La gente lee lo que quiere leer y solo cree en lo que refuerza sus ideas ya establecidas. Nada importa la realidad tal como se produzca o se haya producido, sino cómo se interpreta o cómo la queremos imaginar. Los “eruditos” y otros, científicos o no, establecen quién es traidor, antipatriota, anticatalán o fascista. En los casos más extremos de imbecilidad, español y fascista van unidos. Se reproducen en Twitter o en Facebook mensajes pidiendo cabezas, solicitando venganzas, celebrando la exclusión de alguien. Las sociedades se simplifican, se fanatizan y se incrementan las causas que desembocan en conflictos enquistados, de raza o de nación. Tanto los más jóvenes como los más viejos han decidido aparcar la Historia: sus lecciones de guerras y conflictos bélicos no llegan al nivel de un comic. Porque nada de lo que ocurrió volverá a ocurrir. “Eso no pasará aquí”, es lo que decían los norteamericanos cuando apareció Trump. Así había titulado una novela en 1935 Sinclair Lewis, anunciando algunos de los sucesos que están ocurriendo de verdad en la Norteamérica actual.
Machado, su madre, su hermano, ya mayores, tuvieron que exiliarse sin medios y sin apoyos, como cientos y miles de otros ciudadanos. Todos, catalanes, vascos, castellanos, experimentaron las mismos efectos de la derrota. Ante las dimensiones del desastre, las distinciones se tornaron insignificantes. Les homogeneizó la tragedia. Pero el problema no son los eruditos locales, que también, sino quienes se drogan con los discursos totalitarios, fanáticos y reduccionistas. Quienes, en lugar de leer o pensar, prefieren embestir, que había dejado escrito el poeta. Y mientras, el horror, el horror, el horror, se ha desplegado en Barcelona o en Cambrils. El terrorismo ha reducido nuestros debates patrióticos a papel ardiendo. Aun así, algún político catalán ha distinguido entre muertos catalanes y dos de nacionalidad española. ¿Existirá un gesto más inútil ante el terror y la muerte? “Estos días azules y este sol de la infancia”.