Capilla Sixtina

El árbol y el I.E.S.

12 septiembre, 2017 00:00

El título les parecerá raro. En realidad, lo es. Pero hay que arriesgarse a atraer al lector. Así es como se denomina ahora a la antigua Universidad Laboral. IES, Universidad Laboral. Mucho más sonoro en solitario, donde va a parar. Y hasta en su momento, algo pretencioso. En Toledo, por influencia del ministro Licinio de la Fuente, se construyó  esta llamada universidad. Fue de las últimas. España cambiaba y la primera actitud social-paternalista de la dictadura se fue transformando en tecnocrática, menos sentimental, menos falangista. Las Universidades Laborales, sobre todo más tarde, tuvieron  detractores. Se decía que había sido un proyecto para “desclasar” a los hijos de los trabajadores. Estos no podían ir a la Universidad, reservada para las élites, pero se les hacía una universidad para el trabajo. Un gueto. Más modesta en sus aspiraciones formativas, pero no menos dignas que cualquier otra universidad. Discusiones al margen, el I.E.S. (Instituto de Educación Secundaria) Universidad Laboral  ha sido noticia en días pasados porque un árbol enorme se ha desplomado sin causar ninguna desgracia. ¡Bien por árbol! Ha cumplido con su deber.

La información es insustancial, como suelen serlo las noticias en los últimos tiempos, por eso yo prefiero escribir sobre la Universidad Laboral como un espacio singular, de una arquitectura armónica, que se va deteriorando con el tiempo y la escasa inversión. Un lugar como este debería ser mimado. Forma una trama modular de volúmenes y trazos exteriores concebida como una pequeña ciudad. No es el modelo abigarrado de ahora. Hay paseos, hay calles, hay arbolado, se puede respirar. Aunque el espacio más singular lo integran el modulo en el que se encuentra la cafetería y el salón de actos. Allí, en la cafetería, no sabemos si por azar o por que el arte aparece con independencia de nuestras incapacidades, se encuentra la obra más fantástica de cuantas se hayan realizado en el siglo XX en Toledo. Aunque probablemente sea la obra única universal, que a mí se me antoja. Se trata de un mural de cerámica vidriada que se organiza en tras espacios unidos por un relato común. Los mismos autores Suzanne Grange y Raymond Edanz lo titularon el “Mural del Anillo”.

Por amabilidad del director tuve la ocasión de poder contemplarlo en una tarde de agosto, sin alumnos, sin ruido, sin nadie. Resultó un encuentro mágico. A pesar del calor agobiante, la experiencia fue hipnótica. Imposible apartar los ojos de ese mural inabarcable que se transforma en un reto permanente. ¡Son tantos los detalles! Son tantos los colores, los personajes, los pobladores imaginarios de los espacios irreales, los cielos azulados o esmeraldas, el río que rodea la ciudad como un anillo de siglos, prehistórico, geológico, simbólico. Las caras, cada una diferente, con una expresividad sugestiva, sensual en ocasiones, distantes otras. Las manos, los pies, los zapatos, los vestidos. Las arquitecturas que no son familiares orientalizadas. Imposible atrapar todo el universo de un mural caótico y ordenado. En la cafetería del IES, de la  Universidad Laboral, de Toledo se encuentra una obra magnética, hercúlea, tan atractiva que posee el poder de hacer olvidar el mundo real. Véanla. Me darán la razón. Incluso dirán que me he quedado corto en la descripción.