Cavilaciones en Ruidera: El burro y el ser humano
El burro o asno, es un mamífero perteneciente al orden de los ungulados, suborden de los perisodáctilos y a la familia de los équidos; el Equus asinuus es su género. Aunque existen razas diversas, dos se han venido diferenciando entre sí en la Península Ibérica, teniendo una, subrazas bastante definidas… Hay (mejor había) una raza ibérica ´de alzada considerable (alrededor del 1,50) y otra de origen africano de alzada media, de pelaje gris, con franjas oscuras a lo largo del dorso y listas o fajas prácticamente negras en las patas normalmente. Otra subraza es la de pelaje negro y lustroso, con el morro, el ribete o cerco de los ojos y el vientre frecuentemente blancos. En Castilla abundaba la subraza torda y torda era también la andaluza. El burro, borrico o asno, descendiente del onagro o asno salvaje, procedente de Arabia, propagándose a Persia y a países ribereños mediterráneos, al igual que el perro, pasaría al estado doméstico en alguna fase del prehistórico periodo Neolítico; siendo domado con anterioridad al caballo en el antiguo Egipto. Si bien, algunos expertos reiteran que, la raza africana de la Península Ibérica, es de origen africano y fue traída por los musulmanes; naciendo el mulo de su apareamiento con el Equus caballus.
Al clasificar los animales domésticos en los grupos de defensa y guarda, de labor, de explotación y de solaz, (estos últimos algunas aves, casi de continuo enjauladas) el burro, que no siempre recibía alimento con la misma regularidad que otros animales domesticados, por lo que, sobre la marcha tenía que triturar cardos y otros yerbajos, generalmente (excepciones siempre) ha sido el peor tratado de todos los animales domados, utilizado como bestia de tracción y carga; maltratado de palabra y con instrumentos mortificantes, soportando mal el frío, el calor mejor, la lluvia… Y hasta se han venido denominando a humanos zopencos y testarudos, con el despectivo epíteto de borrico o burro. Las familias campesinas de España (no del Próximo Oriente), principalmente entre las gentes más pobres, que tanta miseria padecían y contemplaban, hasta tiempos pasados no tan lejanos, el tener en propiedad un par de burros era un signo de riqueza y prestigio social. En estos lares manchegos, incluido el hogar de mis padres, nuestro hogar, entre el burro y la familia regía una especie de orden, de armonía y simbiosis nada egoísta y, en absoluto brutal…
Hoy, entre la familiaridad y evocación mudas ya de lo pasado y la lectura del insomnio actual y de sus vastos sistemas de inconsciencia, ficción y virtualidad del nuevo universo, medito desde un nuevo embarque, sobre la audacia, docilidad, utilidad y padecimiento de nuestro mulo “Romero” y de nuestro entregado borriquillo “Chato”, con la carga de acá para allá y mi madre obsequiándolos en cuanto mi padre los entraba en la cuadra… Esto, cuando el censo asnal de España, en 1959, era de unos 700.000 ejemplares; de los cuales unos 22.000, correspondían al registro de la provincia de Ciudad Real y entre sesenta y setenta a la comarca de las Lagunas de Ruidera. Siendo los de mayor renombre (los que hemos podido recopilar, gracias a la sabiduría y lucidez de don Eulogio, vecino de Carrizosa) por su laboriosidad, resistencia, proezas y también por sus haraganerías y correrías borriqueriles (forzadas por su propia biología): “Carrillo”, “Laña” y “Cachuela”, que eran de los últimos pescadores de barco y trasmallo del Alto Guadiana: Demetrio López Astilleros, de su hermano Patricio López y de su padre Santiago; que moraban en una cabaña junto a la finca de don Eulogio, todos naturales de Daimiel, donde residía uno de los hermanos, Remedios López, que era guardia civil en esa localidad. Y con aquellos burros, con esperanza, fidelidad y firmeza porteaban la pesca que capturaban, para venderla en las poblaciones limítrofes… “Valeriana”, “Pintora”, “Telares”, “Golondrina”, “Archidona”, “Guerrero” y “Pardo”; este último del “hermano” “Astiles de Ruidera (datos aportados por don Rafael Mora, juez de Ossa de Montiel), fueron otros burros dóciles, de carácter muy sufrido, que en tiempos de la posguerra, relevaron a sus dueños de las más pesadas e ingratas tareas de transporte y carga en las faenas del campo…
“…; y Balaam se enojó y azotó al asna con un palo”. “… ¿Qué te he hecho, -le dijo el asna- que me has azotado estas tres veces?”. “… Sobre mí has cabalgado desde que tú me tienes hasta este día; ¿he acostumbrado hacerlo así contigo? Y él respondió: No”. (El ángel y el asna de Balaam. Números, 22). “El forraje, el palo y la carga para el asno; el pan la corrección y el trabajo para el siervo” (Aforismo en el Eclesiastés).
Hasta que en el siglo IV, se instalaron en Roma molinos de agua en el monte “Janicus”, conectados al acueducto, que recibía agua del lago Bracciano, muchos asnos que impulsaban los antiguos molinos (aparte caballos y esclavos), eran recompensados y condecorados, adornándolos y engalanándolos con collares de flores y panes; dedicándoles el día de Vesta el nueve de Junio. Los burros de mejor calidad, los de Reata, en los mercados de Roma, costaban la friolera de entre sesenta mil y cien mil sestercios.
“Oh hijo de mis entrañas- exclamaba Sancho, cuando le robaron el Rucio-nacido en mi mesma casa, brinco de mis hijos, regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas”.
Ha surgido este artículo, al observar a un grupo de seres humanos, que estaban muy eufóricos yantando junto al “Lago”… De repente una madre se exaspera,(el padre se acalora poco) tildando de borrico a su retoño, cuando éste da a un gozquecillo, al que llama “Felipe”, unos restos de comida, envueltos y reliados en un material no digerible, para que se trague entero el envoltorio, con el que se ha desmugrado morro y manos, a lo que el “Pollo”, que ya se va “desgajando” de la autoridad paterna, pregunta, mientras trata de descoyuntar un columpio, ¿qué cosa es un borrico? Y que vayan al supermercado a por uno, porque él no ha visto nunca ningún. El pimpollo, que llama tío a su papá, arroja restos de basura y huesos al agua para pescar cangrejos y para que “Felipe” busque el hueso… El can olisquea y le da al rabo animoso… La madre grita: “¡so borrico, que el perro se va ahogar con eso!.. Esperemos que los progenitores vayan reconduciendo al “pollo” (que no al pollino”), para que deposite la basura donde corresponde, para que se entere que los mecedores del parque no están diseñados para sus pezuñas… Cada asno con su tamaño… Y que lo instruyan, que si busca y encuentra burros en algún supermercado, estarán hechos picadillo…
Salvador Jiménez Ramírez