Arte en la Escuela de Arte
La tragedia sociológica de Toledo es que no reconoce a sus creadores. Sean pintores, escultores, fotógrafos, artesanos, escritores, músicos y otros. Todo es estólido y deshilvanado. No reconoce ni a los de dentro ni a los de fuera, que llegan a la búsqueda de un ámbito fantástico que termina haciéndose angosto e insoportable. La incapacidad, colectiva e institucional, para conocer, difundir y potenciar las obras de sus creadores, solamente termina cuando un estudioso –preferible de fuera de España- descubre a los naturales los valores de, quienes, en solitario y con su sola voluntad, han creado una obra equiparable en técnica y calidad a la de cualquier otro lugar o país. Provincianismo creo que se llama ese modelo de comportamiento.
He escrito en otros textos que el siglo XX y lo que va del XXI es el periodo más brillante del arte local en cualquiera de sus manifestaciones. Sin embargo, como no existe lugar en el que las obras puedan ser exhibidas, narradas y comprendidas en su contexto histórico, parece que solo hubiera existido El Greco. Otro que fue ignorado hasta que alguien ajeno a la ciudad descubrió la obra de un maestro. Tras él, el páramo. Cualquier manifestación artística de siglos posteriores queda reducida, como mucho, a entretenimiento de “culturetas” aburridos y otros especímenes raros. Los responsables de la tragedia cívica, por supuesto, son los ciudadanos y a quienes eligen para gestionen los asuntos que atañen a la ciudad.
El jueves, 11 de enero de 2018, con el año recién estrenado, en la Escuela de Artes y Oficios se ha inauguró la exposición “Free Art V”, dedicada al escultor Manuel Fuentes Lázaro. Veinticinco creadores han ofrecido una muestra de su obra para que el homenaje, a quién se admite como uno de los mejores, resulte lo más brillante posible. La Asociación Cultural Amigos de la Escuela de Arte, junto con la propia Escuela, han reunido a 25 personas de entre otras varias posibles que, por vocación, están produciendo obras de alta calidad. Saben que se quedarán con ellas o se perderán. Que, cuando desaparezcan, la supervivencia de la obra dependerá de la familia. Pero ¿a cuántas generaciones alcanzará el interés por las obras de un ignoto antepasado? Casi todos los días del año se organiza por alguna asociación, fundación o ateneo algún acto cultural. Lo hacen de manera entusiasta. Tal vez con la confianza esquizofrénica de que la tragedia secular finalice en algún punto impredecible del futuro.