Capilla Sixtina

A la manera italiana

6 marzo, 2018 00:00

Cada vez que en Italia se celebran elecciones, los periódicos nos recuerdan las condiciones en las que vive la gente. En Sicilia o en Calabria, cuentan que las diferentes versiones de la mafia gestionan y controlan los servicios de las ciudades y las propias ciudades. Lo mismo se dice de Nápoles. También se extiende a las ciudades del Norte. El fenómeno surge cuando el poder es débil o incompetente o cuando se disputan enormes intereses económicos como los de la construcción. O por los dos mezclados. Claro, que eso ocurre en Italia.

En días pasados el doctor “honoris causa” por la Universidad de Castilla-La Mancha, D. Gregorio Marañón contó en su conferencia una historia personal. Había iniciado una campaña, más discreta que pública, contra el atropello urbanístico, paisajístico y estético que podría suponer para la ciudad la construcción masiva de viviendas, que  recogía el nuevo plan de urbanismo. El año 2006, ante el Rey, la ministra de Cultura, el presidente de la Junta de Comunidades y el alcalde de Toledo, denunció solemnemente el atentado  que podría suponer esa construcción masiva. Máxime, sí se edificaba en algunos espacios en los que existían conocidos, abundantes vestigios arqueológicos como en el paraje de Vega Baja.  

Ante la denuncia formulada, ahora sí, públicamente, el presidente de la Junta contestó que el paisaje histórico y natural de Toledo sería preservado. El 26 de julio del mismo año, tras una reunión en Moncloa con el presidente del Gobierno, Sr. Zapatero, el presidente, Sr. Barreda anunciaba, en rueda de prensa, la paralización del proyecto de edificación en Vega Baja. A favor de la medida estuvieron los medios locales y bastantes nacionales. Antes, en el mes de mayo, continúa la narración, un mensajero, identificado como fiable, le aconsejó que abandonara la defensa de Vega Baja. Si no lo hacía, el Ayuntamiento adoptaría medidas contra alguna propiedad que el interesado posee en Toledo. El 3 de agosto, después del anuncio oficial del Sr. Barreda, la Junta de Gobierno del Ayuntamiento  se reunía, por vía de urgencia, para incoar expediente ¿contra quién? Contra D. Gregorio Marañón. El motivo: haberse apropiado un camino de dominio público y construir un portalón de acceso.  

Del expediente se enteró por la publicación de la noticia en la portada de una revista local. Escrito sobre su fotografía, podía leerse: “Expediente a Gregorio Marañón. El Ayuntamiento le pide que devuelva un camino público”. La notificación llegaría días más tarde. El mensajero estaba bien informado. En el escrito de alegaciones, el expedientado rebatió las argumentaciones, con el anuncio de exigir responsabilidades, incluidas las penales. Rápidamente, el alcalde se apresuró a ofrecer el sobreseimiento del expediente, manifestando que la iniciativa no había sido responsabilidad suya. Y para redondear el mensaje de buena voluntad se le proponía celebrar un acto plenario, donde se hiciera efectivo el nombramiento de “Hijo Adoptivo de la Ciudad”. La propuesta se había aprobado en pleno municipal tres años antes y había estado retenida durante ese tiempo.

 La narración estremece por lo que cuenta y por lo que esconde. Imposible no evocar libros (Saviano), películas (El Padrino) o series de televisión. ¿Un caso aislado e irrepetible? ¿Alguien ha investigado? Silencio, omertá. Aquellos fueron años turbios, preludio de acontecimientos catastróficos que sucederían después. Bajo la tranquilidad de una ciudad adormilada se tramaban opulentas operaciones urbanísticas. La burbuja inmobiliaria no había explotado y la crisis económica, que aún nos estrangula, no se intuía. Una euforia analgésica se había apoderado de la población. En semejantes fenómenos, la gente más templada pierde la razón. Y lo peor, nadie garantiza que esa locura u otras parecidas no puedan repetirse. Italia, al fin y al cabo, “e viccina”.