Los tontos del agua
Como se dice en algunas películas, este es un relato basado en hechos reales. Eran cinco y su empeño consistía en hablar del Trasvase del Tajo al Segura. Por ese empeño, les llamaron los tontos del agua.
Cuenta una leyenda que Pablo o Saulo fue en la primera etapa de su vida un feroz perseguidor de los cristianos, una secta de activistas que atentaba contra el poder establecido. Sigue contando la leyenda que, en viaje hacia Damasco, una luz lo derribó del caballo. En el suelo oyó una voz que le interrogaba ¿Saulo, por qué me persigues? Cuando se levantó, ya era otro. Pasó de perseguidor a ideólogo y constructor del cristianismo. Saulo o Pablo es el ejemplo de la Conversión.
Los cinco tontos del agua eran diputados autonómicos, elegidos en representación del PSOE por Toledo, cuando se iniciaron las Cortes de Castilla-La Mancha. Se podría entender que sería el lugar idóneo para debates sobre el Trasvase que, en Toledo, se entendía como lo que era: un atraco con alevosía de la dictadura. Claro que no todos los diputados entendían el Trasvase como en Toledo. Lo cual sirvió para que, en las estrenadas Cortes, se impusiera el silencio sobre el asunto y se prohibiera hablar de Trasvases. Existen diferentes formas de entender un trasvase de agua aquí y en otros lugares. Por ejemplo en Murcia, Valencia o Almería. Por esas diferencias, básicamente territoriales, es por lo que la democracia no ha encarado el tratamiento objetivo del abastecimiento de agua a las provincias del Levante o de Almería. Como el problema desde sus inicios era muy complejo, Levante y Andalucía tienen mucho peso, en la incipiente Castilla–La Mancha se decidió que aquellos no eran los momentos ni las Cortes eran el lugar para hablar sobre el Trasvase. Maravilla de las maravillas. Ya entonces las sequías se parecían a las de ahora; el Tajo, a su paso por Toledo, era la cloaca que es en la actualidad; los regadíos y abastecimientos urbanos en la cuenca eran más que deficitarios y los mismos partidos políticos defendían posiciones distintas en Levante que en Castilla-La Mancha. Y admítase que en esas diferencias radican las dificultades reales para encontrar soluciones democráticas a una cuestión de degradación de la Naturaleza. El Trasvase mantiene el itinerario trazado por la dictadura. Y durante muchos años aquí, en lugar de afrontar el problema, se eligió el mutismo y las declaraciones testimoniales. Hasta el “momento San Pablo”.
Años después, quienes habían propiciado el silencio y calificado como tontos del agua a los cinco diputados de Toledo, cayeron de sus posiciones equidistantes. Desconocemos el kilometro exacto o el punto del camino de la caída. El resultado fue la Conversión. ¿Fue real o táctica? Descubrieron que el Trasvase es un disparate anacrónico. Así que el discurso cambió y se presentó con bastante ruido mediático y mucha cosmética para que pareciera radical. Empezó a verse el Trasvase en otra dimensión: como un atentado, que lo era y lo es, contra estos territorios. Como una cuestión que afecta a la sostenibilidad medioambiental. Con el tiempo se impuso que el Estado construyera en Levante desaladoras y potabilizadoras, sin embargo no se ponen en funcionamiento. Es más barata el agua del Trasvase que el agua conseguida por otros procedimientos. En los territorios receptores de agua los partidos que aquí defiende una cosa, allí defienden lo contrario. Sólo por estas diferencias, y por la potencia electoral de los territorios, es posible entender que en el año 2018, con déficits hídricos escandalosos en los pantanos de cabecera, la ministra haya anunciado un trasvase de 60 Hm cúbicos. De los tontos del agua nadie se acuerda. Tampoco de quienes les prohibieron hablar.