Contra la cultura
El PP y Podemos coinciden, aunque parezca lo contrario, en más cosas de lo que parece. Una de ellas es aislar al PSOE, quitarle votos. Ha ocurrido recientemente en Castilla-La Mancha. Los dos, uno por tácticas de alcance limitado, otro por miopía izquierdista, han conseguido que no se apruebe en las Cortes Regionales una Ley de Mecenazgo. El PP, sabedor de que Podemos no estaba, desde hace tiempo, por aprobar una ley de esta naturaleza, eligió que el proyecto naufragara ante la ausencia de Podemos. Y este, según ha declarado uno de sus diputados, celebra que la ley no haya salido adelante. Según el mismo diputado porque “abría la puerta a la privatización de la cultura”. La afirmación del diputado o se debe a falta de lecturas del anteproyecto o son la consecuencia de un izquierdismo, del que ya sabemos desde Lenin, que es la enfermedad infantil del comunismo. Ambos, por tacticismo o por infantilismo ideológico se han posicionado contra la Cultura en Castilla-La Mancha. El anteproyecto de ley presentado era innovador, progresista, participativo y responsable. Daba respuestas a la necesidad de incorporar a la sociedad en un tratamiento adecuado del arte y del patrimonio cultural regional.
El martes, día 24 de abril, publicaba un artículo que pretendía evitar este final contra la Cultura. En aquel abril lejano se movían en el aire las maniobras dilatorias de unos y otros para conseguir que el anteproyecto no se convirtiera en Ley. Visto los resultados era algo premeditado. Solo restaba escenificarlo. El PP ha votado en contra –al adversario, ni agua, aunque sea beneficioso para la sociedad– y Podemos se ausentó del debate. Resultado de tan brillante operación: se han situado contra la Cultura. Y Castilla-La Mancha, una región necesitada de tratar adecuadamente su arte y su patrimonio, se queda sin una ley progresista. Otra batalla perdida que se suma a las de siglos. Desgracia de territorios. La Cultura y el Mecenazgo, al parecer, no son lo de aquí. Son preferibles las declaraciones ampulosas, los festejos confundidos deliberadamente con cultura, el sonajero de interpretaciones teóricas de izquierdas a las razones de la praxis cotidiana. Cínicamente, un diputado de Podemos ha sugerido que se presente otro anteproyecto, cuando él sabe, como los demás, que apenas queda tiempo para iniciar los prolijos trámites parlamentarios.
Imagino que es más un deshago personal que una expresión de la sociedad sostener que los votantes de Castilla-La Mancha deberían considerar este despropósito en el momento de votar. Seguramente no pasará de ser un deseo. Tal vez a pocos les importe esto de la Cultura y el mecenazgo. Pero sí quiero dejar constancia, a título individual, de que una Ley de Mecenazgo era útil y conveniente para Castilla-La Mancha. Que si tenía errores, podrían haber sido corregidos con el debate y el pacto, que para eso se crearon los Parlamentos. No para jugaditas de corto alcance o filibusterismo de arroyo. Ausentarse de los debates en unas Cortes, sede de la soberanía regional, debiera estar sancionado. Si los representantes elegidos por los ciudadanos son incapaces de consensuar leyes útiles para la Comunidad, ¿a quienes representan? ¿A qué van a las reuniones de comisiones y plenos? No explicitaré lo que muchos ciudadanos dicen, porque creo que el proyecto de Castilla-La Mancha tiene salida, más allá de manejos estúpidos. Las leyes de este tipo son el instrumento organizado de las sociedades prosperas para crear cauces de colaboración público-privada en asuntos de Cultura y Arte. Otros países lo tienen muy desarrollado. La ley era moderna, participativa y técnicamente viable. Se ha optado por el vuelo corto de un pato asustado. Nos va como nos va en esto de la Cultura. O sea, mal.