Manual de política en tiempos de minorías
En otros artículos he analizado las dificultades del “consenso” cuando uno o varios de los actores, que a su vez reclaman acuerdos y diálogos, no quieren tal “consenso”, ya sea por competitividad ideologica (difícil de explicar) o por motivos electorales (comprensible). A menos de dos meses de la moción de censura, que no se olvide fue por la corrupción del PP, ha comenzado el primer acto que presagia tiempos convulsos. Nadie parece estar en lo que debiera de estar: la gobernanza del país. Ni siquiera los medios de comunicación. En contraste con la trascendencia del asunto, la noticia consiste en resaltar una obviedad: que el PSOE no tiene mayoría suficiente. Pues qué nivel. ¿Indicarán lo que supone para los ciudadanos que no se haya aprobado el techo de gasto propuesto por el Gobierno? ¿Analizarán lo que perderán los ciudadanos y sus costes sociales? El anecdotario se impone sobre el fondo de los asuntos. Incluso no es noticia el espectáculo reiterado de que derecha e izquierda coincidan en aislar a un Gobierno que quiere reparar parte de los déficits acumulados por el PP en los servicios públicos.
La obra (sin título, de momento) a cuyo primer acto asistimos consiste en que el Gobierno pacta con la Unión Europea aumentar el gasto en servicios públicos como dinamizador de la economía nacional. Ese incremento se concretaría en los Presupuestos Generales del Estado. Se trasladaría, después, a las comunidades autónomas y a los municipios, gestores de la mayoría de los servicios públicos. Ante la propuesta del Gobierno, los actores han recurrido al manual. El PP desempolva el tradicional. Llama manirroto al Gobierno, le acusa de que subirán los impuestos y anuncia que la economía y el empleo experimentarán un frenazo. Nada nuevo en el sonsonete de la derecha. Lo mismo dice Ciudadanos, cada vez con más dificultades para diferenciarse del PP. ¿Y las confluencias de la izquierda? También han ido al manual. Que dice que siempre hay que pedir más. Más y más. O recurren a otro argumento igualmente manido: no se ha negociado lo suficiente. Así comienzan los sencillos enunciados del manual del competidor de izquierdas cuando al PSOE le faltan votos para gobernar.
El Sr. Sánchez lo ha expresado claramente: lo que interesa es desgastar al Gobierno a costa de sacrificar los servicios públicos que dicen defender. Pero vayamos a una hipótesis curiosa. ¿Negociar más supone formar parte del Gobierno, como ha apuntado el Sr. Echenique? Tenemos un ejemplo cercano. Recuerden: en Castilla-La Mancha se firmó un protocolo ante notario que garantizaba, bajo condiciones, el apoyo de la autodenominada izquierda al Gobierno de la Comunidad. A los pocos meses, el documento y el notario cayeron en el olvido. Colapsaron el Parlamento regional. Pero se resolvió el conflicto. ¿Cómo? Con un gobierno del que formaban parte quienes disponían del poder de bloquear la política y la gestión de un territorio. Tampoco fue una formula novedosa. Es lo que tiene la experiencia: todo resulta sabido. La única novedad residió en qué se adelantaron a los ritmos prescritos en el manual. No tuvieron paciencia. Desde entonces, salvo algún caprichito excéntrico, el Gobierno regional funciona. No existen grandes problemas, el mundo es más rojo por la luz que emana desde Castilla-La Mancha. La gente, en plazas y bares, debate sobre las teorías de Carlos Marx o profundiza en la transversalidad, teorizada por el populista argentino Ernesto Laclau.
Alguien dirá que se parece a la película de Cuerda “Amanece que no es poco”. Tendrá razón, pero así se desenvuelve la política en tiempos de minorías diversas. Ante el aumento del techo de gasto, desgaste del Gobierno. Y solo quedan los nacionalistas. Pero estos trabajan con un manual distinto.