Vida o economía
“No se trata de confinar al cien por cien para que un uno por ciento se cure”, ha manifestado la Sra. Ayuso como una brillante alumna del neoliberalismo más feroz. En línea con la tesis de la Sra. Ayuso, los mismos que en los meses de abril, mayo y junio reprochaban la indiferencia del gobierno hacia los muertos que le atribuían – recuerden crespones negros, corbatas negras, funerales manipulados, bandera a media asta etc. -, a los muertos que ellos contabilizan los reducen a porcentajes. ¡Cuánto sufrimos por la insensibilidad del gobierno! ¡Cuánto dolor sentíamos! En cambio, ¡cuánta indiferencia por los muertos posteriores! Once mil desde julio, según un diario del domingo. ¿Qué podemos hacer con ellos si los hemos troceado, fraccionado, territorializados, reducidos a graficas estadísticas? Así no hay quien llore, aunque sean lágrimas de cocodrilo. La piedad y la compasión que reclamaban para los muertos endosados al gobierno se han convertido en un amorfo olvido. Un planteamiento cínico y descarnado que deja en posiciones vergonzosas a los profesionales (¿ ¿) que hablaron y escribieron en digitales y en redes, tanto y tan duramente, sobre los distanciamientos del gobierno. Nadie recuerda ya las pasiones que se agitaron entonces. Nada tan didáctico, para comprender las reglas efímeras de las tácticas políticas, como la perspectiva del tiempo. Y es que era política de parte. De la parte que solo llora por los dineros que se pueden perder si se pretende salvar a todos.
La frase de la Sra. Ayuso condensa una manera de entender la política, una actitud ante la vida de los demás, un programa de gobierno y una opción sin equilibrio por la economía en lugar de por la salud de los ciudadanos. Durante los últimos días han abundado en los medios de comunicación escritos, entrevistas, documentos, comentarios, artículos de fondo en los que se ha puesto sobre la mesa que sin economía no hay vida. Claro, que la afirmación resulta tan contradictoria como la que sostiene que sin vida no existe economía. Representantes de restaurantes, de cafeterías, de salas de fiestas, de conciertos que, por una incomprensible razón, se han convertido en un poderoso “lobby” de presión, exponen sus lamentaciones, las pérdidas que supondrán los cierres parciales o totales de barrios o ciudades. Son más importantes, sí atendemos a su presencia informativa, que los enseñantes, que los sanitarios, que los investigadores, que los científicos. Lo que preocupa es que se cierren o abran estos locales. Si estos son los motores de la economía de España, apañados vamos. ¿No sería oportuno orientar la economía hacia actividades más productivas Nadie, que yo sepa, ha cuantificado el coste de la atención a los infectados, o el coste del colapso de los hospitales y la falta de tratamiento de otras enfermedades. Nadie ha cuantificado el valor de las vidas perdidas por ausencia de cuidados. ¿Cuánto han costado las muertes anónimas desde el mes de julio hasta ahora?
El texto comenzaba con la frase, tremenda y terrible, de la Sra. Ayuso. El destino de ese uno por ciento, que en realidad serán más, carece de interés. En ese discurso tenemos que inscribir el planteamiento de quienes se reclaman liberales cuando existen beneficios y socialistas cuando las cosas no van bien. Liberales para maximizar las ganancias, incluidas las ganancias en B. Socialistas, para que se colectivicen las pérdidas. Pocos o muy pocos, se plantean cual debe ser el equilibrio, si es que existe, entre economía y salud. Pero algo parece claro: sí se opta por la salud, seremos una sociedad solidaria y con futuro. Sí se elige el tipo de economía que se defiende en Madrid, nos adentraremos en un mundo cada vez más irrespirable.