España es un país desmemoriado. Se nos ha olvidado el desplante del Sr. Rajoy a la democracia, cuando en la moción de censura decidió quedarse en un restaurante bebiendo whisky. Nunca, en ningún país democrático, un presidente se hubiera atrevido a tanto. Aquí solo motivó comentarios jocosos. Se nos ha olvidado que, no hace muchos años, escritores, opinadores, tertulianos, periodistas de diverso plumaje, expresaban con autosuficiencia doctoral que la democracia en España necesitaba, para fortalecerse, la experiencia de gobiernos de coalición. Desde los inicios de la democracia los gobiernos se habían constituido con mayorías absolutas monocolores o con el apoyo – siempre por medio el trueque - de nacionalistas catalanes y vascos. Según los razonamientos más finos con gobiernos de coalición se suelen tensionar las costuras de la democracia y si la democracia supera la prueba de esfuerzo, y no saltan por los aires las costuras, ésta saldrá fortalecida.
En España, de momento, parece que han pasado los tiempos de las mayorías absolutas, al menos en el ámbito nacional. España lleva ya tres años con un gobierno de coalición, soportando los incontables desgastes de una pandemia global, Danas destructivas, sequías estructurales, huelga de transportistas injustificadas, una guerra sin final en la mismísima Europa e inflación que sacude los cimientos de los países. El gobierno de coalición, formado por el Sr Sánchez, está afrontando con éxito estos sucesos más la gobernanza diaria del país. No se reconocerá ahora, pero cuando hayan transcurrido algunos años, así se comprenderá. Y un asunto, no menor, el gobierno de coalición ha distendido las relaciones con Cataluña. La democracia está superando tanto las dificultades externas como internas, a pesar de la oposición del PP, y lo está consiguiendo un gobierno de coalición que, además, es de izquierdas.
A la derecha no le gusta esta coalición. En realidad, a la derecha solo le gustan sus gobiernos, aunque sean un desastre. Lo que no resulta lógico, salvo por ignorancia o por militancia, es que los medios de comunicación, que deben estar al servicio de la opinión pública, traten al gobierno de coalición como si fuera un gobierno monocolor y de mayoría absoluta. Las coaliciones de gobierno se forman con partidos de planteamientos diferentes y sensibilidades distintas. En consecuencia no tendrán posturas uniformes en muchos de los temas que traten. Aquí los medios de comunicación, hasta los más equidistantes, presentan ante los ciudadanos las diferencias como una jaula de grillos. Un guirigay de gobierno. Las diferencias, ridiculizadas hasta la saciedad, ocultan los logros del gobierno de coalición, que son muchos y algunos transformadores de la sociedad española. El ruido de la derecha, amplificado por los medios, impide ver al ciudadano los aciertos y errores del primer gobierno de coalición. Por eso cada votación en las Cámaras se convierte en un Everest que el gobierno tiene que escalar. Cosa que, por cierto, consigue con holgura, habitualmente. Pero hay que tapar las medidas, como sea y con lo que sea, no vaya a ser que los ciudadanos entiendan que, con un gobierno de izquierdas en coalición, les puede ir mejor que con un gobierno de derechas, aunque sea monocolor.
La izquierda, para no enterrar sus logros entre ruidos desconcertantes, debería dedicarse no solo a gobernar como lo está haciendo, sino también a hacer pedagogía sobre las diferencias que existen entre gobiernos de coalición y gobiernos de mayoría absoluta. Y es que una cosa son las discrepancias partidarias y otra la gobernanza que en este caso está siendo más productiva que en anteriores gobiernos de mayorías absolutas. La democracia en estos años se está fortaleciendo y la sociedad española está siendo gobernada como ningún gobierno lo había hecho antes. Solo bastaría recordar las aburridas inoperancias de Rajoy.