Un temblor ha recorrido a la derecha hispana. El triunfo de los laboristas en Inglaterra pudiera contagiarse en España. En Francia, mientras, la izquierda ha cortado el avance de la ultraderecha. No son equiparables ambos fenómenos, pero van en la misma dirección.  Así que se intentará en España que a base de ruido externo, todo pase desapercibido. Los resultados del partido laborista se oponen al discurso dominante en la España reaccionaria de que debe ser la derecha quien gobierne. Y es que ya solo los muy incondicionales o muy obcecados creen que las políticas de Pedro Sánchez llevan al país al desastre.

España se moderniza y crece por encima de la media europea con un gobierno amplio. Aunque en la España actual la realidad no es lo que sucede, sino lo que se cuenta y cómo se cuenta. Aquí se cuenta todo de manera crispada, hiperbólica, agresiva. Como botón de muestra valga analizar la patética propuesta del portavoz del PP pidiendo al gobierno enviar la Armada a detener a los cayucos de la emigración. ¿Se imaginan el escenario? ¿Qué mensaje trasmite una iniciativa semejante, sino desorientación política, circo e incapacidad para gestionar la complejidad del tiempo presente? 

Oscurecer triunfo laborista lo buscará la derecha política y mediática porque habla del desastre de los conservadores del Reino Unido, pero también del resto de Europa. El ejemplo, temen, puede contaminar a los españoles. Recordarán a la Sra. Ayuso, alabando las políticas económicas de la Sra. Truss, esa, de quien dicen, duró menos de lo que necesita una lechuga para ajarse.  Hay que alabar la celeridad en el traspaso de poderes –compárese con los meses que empleó el Sr Feijóo para presentar un programa de gobierno que sabíamos no prosperaría – rápido y eficaz. O el tono empleado por el perdedor de las elecciones: "A pesar de los desencuentros expresados durante la campaña, creo que es un hombre decente y con vocación de servicio público al que respeto", decía el Sr. Sunak, sobre el nuevo presidente y ganador de las elecciones.

Aquí, en cambio, todo ocurre en tono desabrido y violento. Cuestionando la democracia entera. Como es el caso de los jueces. Una parte de ellos se sitúan en la misión de salvar a España de una hipotética ruptura, empleada por la derecha como fórmula de desgaste del gobierno. Un fenómeno, este de los jueces, de peligrosidad extrema. Que los jueces suplanten al poder legislativo y al ejecutivo nos aboca a futuros antidemocráticos. Los jueces tienen que atenerse a las leyes y garantizar la convivencia. Cualquier otra actuación quiebra el equilibrio de poderes sobre el que se asienta la democracia.

El triunfo de los laboristas se basa en la huida de planteamientos de mercadotecnia, su ubicación en un centro amplio que incluso permitió, contra la política inicial del partido, ponerse de parte de Gaza ante las manifestaciones de los jóvenes ingleses y una gran flexibilidad en las propuestas. Hartos de los cabriolas disparatadas de los conservadores y de sus políticas destructivas, los laboristas representan la llamada a reconstruir una sociedad desatendida y olvidada. "Con respeto y humildad – ha dicho el Sr. Starmer - os invito a todos a que os unáis a este gobierno con vocación de servicio en su misión de poner en marcha una renovación nacional." La forma clásica de hacer política que aleja las tentaciones ultraderechistas. El programa del Sr Starmer no será un programa de izquierdas radical, pero tal como se encuentra el Reino Unido, una política de reconstrucción servirá para mejorar las condiciones de vida de muchos ingleses que el austericidio neoliberal ha dejado en la calle. En fin, lecciones de unas elecciones que deberían servir a España para recuperar los ingredientes de servicio y respeto a los ciudadanos que dan sentido a la democracia.