Beatriz Talegón, el periodismo carroñero y los elogios de Carlos Herrera
EL PERIODISMO CARROÑERO
Beatriz Talegón. OK Diario
Dieciocho meses han pasado desde la desaparición de Diana Quer. Lo único que se sabía cierto es que Diana no regresó a su casa desde que saliera, a finales de agosto de 2016 en un pueblo de Galicia.
Nada más deberíamos haber sabido de esta joven madrileña. Sin embargo, desde entonces, hemos sido testigos de la producción inmisericorde de ingentes cantidades de mierda por parte de los llamados “medios de información”. Se han llenado horas de televisión, páginas de lo que ahora se llaman periódicos, con datos cargados de morbo, inútiles para resolver el caso de la desaparición de Diana, pero que sí han sido útiles para destrozar a una familia que se encontraba ya hundida y derrotada ante la absoluta desazón de haber perdido a una hija y a una hermana.
Pronto se pusieron los focos en los problemas familiares de los Quer. No era complicado que los carroñeros oliesen tensiones ante unos padres divorciados. Y acudieron al hedor sin pensarlo dos veces. También es cierto que en algún momento fueron los propios padres quienes dieron carnaza a las alimañas. Pero ante tales circunstancias, la ética periodística debería haber seleccionado mucho mejor la información que debía darse y la que debería quedar para la intimidad de la familia. Nadie puso freno. Y fue así como ocuparon titulares hechos como la custodia de la hermana de la desaparecida, supuestas enfermedades, relaciones íntimas, y demás cuestiones que, en absoluto, servían para la resolución del suceso.
Lejos de respaldar a la familia, los medios de comunicación han hecho lo posible por estirar el chicle de la inmundicia. Los más bajos instintos se han desatado: para dar a entender que los padres sabían más de lo que parecía, incluso. Terrorífico.
Y por si fuera poco el desastroso modo de operar de los “periodistas”, al tiempo que ponían el foco de manera nada ética sobre el asunto de Diana Quer, se han olvidado de otros tantos casos de desapariciones que se producen diariamente en nuestro país, generando así una desigualdad fragrante ante el dolor de otras familias que también necesitaban ayuda ante la desaparición de sus seres queridos. ¿Por qué tanta atención mediática al asunto de Diana y prácticamente ninguna a todos los demás casos? Quizás porque en la familia de Diana había posibilidades de sacar titulares que sirviesen de comida para los carroñeros. Generando así una espiral inhumana y enferma de una desgracia personal. Eso es lo que se dedica a alimentar determinado tipo de periodismo que no ve límite cuando de audiencia se trata.
Esta es la punta del iceberg. La muestra del inmenso poder puesto en manos de esos “plumillas” que se venden al dictado de “líneas editoriales” sin rigor ni ética. Puras máquinas de fango que jamás tamizan desde la perspectiva de la humanidad la información que están dando. En su conciencia debe quedar, para reflexionar, qué papel han tenido en causar un daño irreparable a la familia de la asesinada. Y, por ende, a una sociedad que necesita urgentemente ser rescatada de la inmundicia, la falta de sensibilidad absoluta y del respeto por los demás. El periodismo es un gran responsable de los valores que se promueven en una sociedad. Y la nuestra está enferma. Este asunto ha sido la muestra evidente pero por desgracia, no es la única.