Magia y lágrimas de un castellano-manchego irrepetible al que todo el mundo quiere
El pasado sábado no fue un día cualquier para el gran Andrés Iniesta, el castellano-manchego más querido y popular del mundo. La final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Sevilla, que se llevó el equipo culé por un abultado 5-0, tuvo para Iniesta un fuerte sabor a despedida y por eso fue un partido de fútbol tan especial para el genial deportista albaceteño. La vida tiene estos momentos de magia y puro sentimiento. Andrés Iniesta desplegó todo su juego monumental y su excepcional inteligencia futbolística para completar uno de los grandes partidos de su carrera, con impresionante golazo incluido, y jugar así una final de Copa a la altura del momento personal que vive el futbolista de Fuentealbilla: el momento de su despedida del futbol español, su marcha del Barcelona y su más que probable desembarco en China, donde Andrés Iniesta seguirá jugando al fútbol y venderá los vinos de su magnífica bodega albaceteña.
Fue, por tanto, una gran noche para Iniesta. Una noche agridulce, de éxito y de despedida. De risas y de lágrimas. De felicidad y de nostalgia. La alegría de despedirse con un gran título en una final histórica y las lágrimas de un adiós en el que Andrés Iniesta vivirá todos los recuerdos de tantos años de éxitos en el Barcelona y en la selección española y de tantos momentos de gloria deportiva y personal. El gol del Mundial resultó ser el éxtasis de su obra poética. La decisión final la anunciará el jugador esta misma semana, según desveló el sábado tras el partido, pero todo apunta a China como destino y ese momento que tan pronto llegará será el adiós provisional a uno de los grandes futbolistas españoles de todos los tiempos y el punto final en España de una impresionante trayectoria a lo largo de la cual Iniesta se ha ganado el cariño y la popularidad en todo el mundo. Amor planetario.
Porque Andrés es el futbolista que ha puesto en pie a toda la grada en campos de fútbol de medio mundo y al que todos aplauden en España, ya sea la afición propia y la contraria, como se vio una vez más el pasado sábado en el Metropolitano del Madrid, cuando fue despedido con una gran ovación tanto por la afición culé como por la sevillista. Su espectacular gol fue la culminación de un partido y una carrera brillantes por parte de un castellano-manchego tan especial y elegante que despierta el cariño de todos. Recoger la Copa de manos del Rey Felipe fue el momento explosivo de la jornada. Dentro de unos días el Barcelona se proclamará también probablemente campeón de Liga y este doblete será la gran despedida de Iniesta, posiblemente el momento más emotivo y complejo de su carrera. El sábado Andrés Iniesta fue feliz y también lloró: las emociones a flor de piel no ocultaron la sensibilidad y la calidad humana de un chico de Fuentealbilla que se ha ganado el cariño de la gente. De toda la gente: por su persona, por su fútbol, por su inteligencia y por haber sabido ser una estrella mundial sin haber dejado nunca de ser un castellano-manchego y un español humilde e irrepetible.
Todos quieren a Iniesta. Todos le queremos. Volverá pronto de China o dónde ahora vaya y su talento volverá a brillar de nuevo en nuestro país. Ya lo veremos. Vuelve pronto, Andrés, te vamos a echar de menos.