Paco Rosado, un soñador sin ventura
Con retraso y a destiempo vengo a enterarme de la muerte de Francisco Rosado López, conocido como Paco Rosado, uno de esos personajes a los que es difícil encasillar, y a quien no se puede despachar con el título de periodista a secas, a pesar de ser esa la profesión con la que creo que se sentía más identificado. Fue mucho más, a pesar de no haber tenido éxito en sus proyectos y sueños, y a ello me quiero referir en estas líneas, y a algunos recuerdos que guardo en mi memoria de los años en los que colaboré con este gran manchego. Fue la de Paco Rosado la primera voz que se alzó en nuestra tierra, en aquellos años de pre-transición, cuando aún no teníamos democracia, ni mucho menos autonomías, para denunciar la postración, y el atraso secular de una región que tenía personalidad propia, señas de identidad e historia, pero que no tenía conciencia de ello. Dominadas estas provincias desde Madrid, por caciques que apenas pisaban por estos lares, como no fuera para cobrar rentas o pasar unos días de cacería. Le pareció a Paco Rosado que no había otra manera de “hacer región” que fundar un medio de comunicación, progresista, comprometido con la democracia que había de llegar, independiente de partidos políticos y de grupos empresariales, que no tuviera otra finalidad que la de contribuir a construir una identidad regional, y formar ciudadanos en los valores de la democracia.
En aquellos tiempos, cuando Cuadernos era solo un proyecto de revista cultural, inicialmente de ámbito local, un referente importante de la revista fue sin duda Cuadernos para el Diálogo, semanario de ámbito nacional ligado a la figura política y académica de su promotor, Joaquín Ruiz Jiménez, fundador también de un partido democristiano singular: Izquierda Democrática, formación que no tendría éxito en las primeras elecciones de la transición y caminaría hacia su desaparición, dejando un espacio que sería ocupado por la emergente y neo-franquista Alianza Popular. Aquello fue una decepción para Paco Rosado, que no aceptaba de buen grado que un gran demócrata y humanista como don Joaquín no tuviera un papel relevante en la nueva democracia, y sí lo tuvieran aquellos que habían lucido la camisa falangista hasta el último momento.
Otra referencia importante de la nueva revista era Andalán, publicación aragonesa fundada por un profesor, Eloy Fernández Clemente, gran experto en Joaquín Costa, y apunto este dato porque una idea que daba vueltas en la cabeza de Paco Rosado era la de hacer aflorar personajes olvidados de la reciente historia, en particular aquellos que habían dejado su impronta en la lucha por hacer de La Mancha una región moderna, culta, y tan potente económicamente como Cataluña o el País Vasco. Había un personaje en la historia reciente manchega muy relevante, Francisco Martínez Ramírez (1870-1949), fundador del periódico El Obrero de Tomelloso y también de una compañía de ferrocarriles que llegó a Tomelloso, una suerte de Joaquín Costa de la meseta, mecenas, republicano, historiador, estudioso de la economía española, novelista, y con méritos suficientes como para convertirse en una referencia fundacional de nuestra comunidad, a la altura, sin exagerar, del catalán Prat de la Riba o el andaluz Blas Infante. Como esta pretendida necrológica es en recuerdo de Paco Rosado, no dedico hoy más espacio a aquel eminente manchego, sólo señalar que en Tomelloso se le erigió un monumento allá por octubre de 1976 y que Paco Rosado fue uno de los entusiastas promotores.
Se ha escrito, y es cierto, que la historia de Cuadernos Manchegos está íntimamente ligada al propio periplo vital de su fundador, por lo que quienes quieran conocer o indagar, desde el ámbito académico, en la historia de este singular medio de comunicación, deberían de manejar -además de la documentación existente en hemerotecas y archivos- las fuentes orales, con entrevistas a quienes tuvieron alguna relación con la revista y con su director. Es una historia que tiene su inicio a comienzos de 1975, en el mes de marzo, con la edición de una publicación llamada Cuadernos de Alborada ¡Una revista de Tomelloso!, que en buena medida era portavoz de una entidad cultural tomellosera. Muy pronto, en el siguiente número, abril-mayo de 1975, pasó a denominarse Cuadernos de la Mancha, con pretensión de superar lo local y abarcar información de las cuatro provincias a las que se extiende la histórica región de La Mancha. Con esta última denominación se mantuvo la revista hasta noviembre de 1976, con la pretensión, no siempre conseguida, de estar en los kioscos todos los meses. Inicialmente se publicaba como una revista cultural de la Agrupación Hispana de Escritores, una entidad con la que muy pronto hubo problemas, resueltos con la ruptura de la relación. Por entonces los trámites para la edición de cualquier publicación eran lentos y complicados, con la Ley de Prensa de Fraga en vigor, y con un aparato burocrático de censores repartido por toda España; eso explica la inicial búsqueda de un cobijo legal más o menos consolidado. A pesar de la modestia de medios con la que se editaba Cuadernos de la Mancha, si hojeamos hoy algún que otro ejemplar, no se cae ni mucho de las manos, encontramos calidad en las crónicas y colaboraciones, páginas de cine, teatro, libros, y entrevistas a personalidades relevantes, a escritores, pintores, artistas, como Juan Diego, José Vivo, Massiel… junto a artículos y reportajes que no querían despegarse de los problemas sistémicos de esta tierra, como la ausencia de políticas estatales de apoyo a nuestra agricultura, con los añadidos dramas de la sequía, el pedrisco o el mildiu; o las deficientes comunicaciones, con el expolio del agua como fondo.
También tenía Paco una visión de la economía manchega acorde con el carácter emprendedor de las gentes de Tomelloso, y por ello reclamaba, ya en 1976, la reivindicación de denominaciones de origen, y ayudas de la Administración para productos de calidad insuperable, como los ajos de Las Pedroñeras, o la consolidación de la denominación de Coñac para las destilerías Peinado. En el ámbito de los debates y propuestas que se deberían de haber suscitado, pero que tampoco se dieron, estaba la elección de la capital de la emergente región, y que a nuestro amigo le parecía que debía de ser o Tomelloso o Alcázar de San Juan, por encontrarse en mismo centro de la Mancha, y, además, en el caso de Alcázar, con un formidable nudo de conexiones ferroviarias entonces. Así, en opinión de Paco, se optaría por lo racional, y que era obligar a los manchegos y sus entidades culturales, académicas o empresariales a comunicarse entre sí, a través de nuevas carreteras y trenes, y también se obligaría a los políticos a residir en la comunidad, y evitar lo que ocurría, y ocurre, y es que somos la región de los diputados cuneros, con gobernantes que viven en Madrid.
A partir de julio de 1977, una vez celebradas las primeras elecciones desde 1936, se inauguró la segunda etapa de la revista, quizás la más conocida, ya con la cabecera de Cuadernos Manchegos. Precisamente fue en aquel tiempo, con una revista de calidad y portadas de impacto, cuando se dedicó un número a la denuncia de lo que iba a suponer el Trasvase-Tajo Segura, con debates entre los representantes políticos, ya democráticos, de la región, que por entonces andaban más por Madrid, sin que estos asuntos les quitasen el sueño, con la excepción de la voz que clamaba en el desierto, la del ingeniero y diputado toledano Manuel Díaz-Marta, con quien habíamos contactado a su vuelta del exilio y que se sumó como entusiasta colaborador a la revista.
Desempolvando papeles y recuerdos, de hace ya más de cuarenta años, creo que puedo decir que conocí a Paco Rosado a mediados de 1975, y que mi incorporación formal a la revista se produjo a comienzos de 1976. Nos veíamos entonces con frecuencia, bien en Madrid, en Toledo o en Tomelloso. La personalidad de Paco irradiaba juventud y energía; tenía conversación amena, la de una persona leída, sensible, devoto de Antonio Machado y con un gran acervo cultural y político, a pesar de no haber pasado por la Universidad. Aunque en el ámbito privado no tenía dificultades económicas, lo cierto es que su situación era la de un represaliado antifranquista, expulsado de su empresa, Pegaso, en cuya fábrica de Coslada trabajaba como tornero hasta que fue despedido por militancia sindical clandestina.
Aún recuerdo cuando que se produjo la aplicación formal de la Ley de Amnistía, y por tanto la readmisión de despedidos por motivaciones político-sociales; Rosado viajó a Madrid, y, tras el reencuentro con sus viejos camaradas solicitó la excedencia para seguir con su proyecto de Cuadernos. Lo recuerdo porque estuve aquel día con Paco y hablamos largo y tendido de sus proyectos, que en parte eran los míos, también los de algunos jóvenes periodistas de la región que por entonces trabajaban en Cuadernos, y que después han tenido trayectorias profesionales muy relevantes, como son los casos de Enrique Sánchez Lubián o Francisco Correal Naranjo.
Vivía Paco entregado en cuerpo y alma a la realización de unos ideales, que para él eran prioritarios entonces, y que eran lo señalados: la puesta en marcha de un gran medio de comunicación manchego y el fomento de la identidad regional, arduas tareas ambas, con muchos fracasos por el camino, pero es muy probable que sin Cuadernos las cosas hubieran sido peor de lo que han sido para nuestra región. Recuerdo la ilusión con que preparaba los actos y debates acerca de la identidad regional, también lo decepcionantes que resultaban a veces las opiniones de los políticos, que no eran conscientes del inmediato escenario autonómico; esperaban que eso se lo dieran resuelto desde Madrid, como así fue a la postre, con el resultado de todos conocido. Algunos negaban que hubiera necesidad alguna de autonomía, y que lo que había que hacer era fortalecer las provincias, otros abogaban por mantener lo de Castilla la Nueva, y en consecuencia Albacete se quedaría con Murcia. Lo curioso es que la mayoría de aquellos dirigentes políticos con el tiempo ocuparon cargos de relevancia, incluso la presidencia de la hoy denominada Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Vivía Paco Rosado con modestia, de las pequeñas rentas familiares, y renunció a otras posibilidades o perspectivas profesionales, llegando a arruinarse para mantener a flote Cuadernos, publicación que sobrevivió muchos años, con un discurrir como el propio río Guadiana, obligado por las circunstancias. Fiel a sus principios, no encontró acomodo a su forma de sentir y pensar en la política, donde pudo haber tenido una exitosa carrera. Prefirió quedarse en su Tomelloso natal, manteniendo la humilde llama de Cuadernos, en los últimos tiempos a través de un Blog en Internet, y aportando también su colaboración constante a la vida cultural de su pueblo.
Desde que leí la documentada y pertinente necrológica que dedicó a Paco el profesor Isidro Sánchez, me ha dado vueltas en la cabeza una secuencia imaginada del más allá, como injertada en Así en el cielo como en la tierra, la genial película de José Luis Cuerda, y, en la misma no me cuesta mucho ver a Paco Rosado, pegado a la barra de un bar, en animada conversación con sus paisanos Francisco García Pavón y Félix Grande. Paco tiene abierto un ordenador portátil, y muestra a sus contertulios el artículo necrológico de Isidro Sánchez, y les comenta que está muy contento, con el ego por las nubes, pues nada menos que el más importante historiador del periodismo manchego le ha dedicado una semblanza. Este es el mejor final que se me ocurre para homenajear a un soñador sin ventura ni seguidores, con alma de Quijote, pero cuya ejecutoria y pequeña historia le hacen acreedor del título de imprescindible; quizás no lo sea para el cinismo imperante, pero sí para unos pocos ilusos como este cronista. Que la tierra te sea leve amigo.