Ser dirigente de Podemos y no padecer esquizofrenia
Debe de resultar muy complicado ser dirigente de Podemos y no acabar padeciendo esquizofrenia. Compadezco al que hace sólo unos cuantos años salía a las calles gritando "PSOE, PP, la misma cosa es" y, por obligaciones de la política y el partido, acaba formando parte de un Gobierno socialista. Tiene que ser duro presentarte ante tus votantes prometiendo que jamás pactarías con la casta y, al final, tener que fallar a tu electorado por necesidades del guion y tragarte tus palabras en soledad, asesores aparte, en un amplio pero frío despacho de Vicepresidencia.
Algo más ser sencillo, aunque en ocasiones pueda resultar incómodo, debe de ser apoyar insistentemente el fomento del alquiler como la forma más sana para acceder a la vivienda y tener una casa en propiedad pagada, por cierto, gracias a la financiación de los bancos, esa misma que no acepta Podemos, que prefiere salir adelante económicamente con subvenciones públicas y con donaciones impuestas a todos sus cargos, que cobran salarios también públicos. ¿Qué era la casta, decíais?
Tampoco debe de ser muy bien recibido por la conciencia de uno presentar al Ibex 35 como un perverso club económico que se aprovecha del pueblo y la clase obrera para enriquecerse pero a la vez tener contratado un fondo de inversión. Y si te presentas ante ese mismo pueblo como adalid de la transparencia pero a las primeras de cambio olvidas informar al Parlamento de la existencia de ese fondo de inversión, la historia se complica todavía más. Para más inri, si un camarada denuncia públicamente que lleva dos años pidiendo sin éxito la contabilidad completa del partido, tiene que ser más complicado si cabe de sobrellevar.
Yo, que no soy dirigente de Podemos y pago cada mes la hipoteca de mi casa, no estoy en contra de los pactos de gobierno, ni de los bancos que actúan de forma ética y ayudan a la gente a acceder a bienes que por sí mismos no podrían financiarse. Estoy a favor, de hecho, de las empresas que crean riqueza en España y de los ahorradores e inversores que deciden invertir en bolsa buscando algo de rentabilidad. De lo que estoy en contra es de la política más estética que ética, de quienes, siendo tan parecidos a los demás, tan normales y corrientes, aparentan estar rodeados de un halo de distinción que, en cuanto los focos de la vida pública les han iluminado sus privilegiadas cabezas, se ha quedado en simple postureo por la dictadura de la realpolitik.