Patricia Franco, Ángel Nicolás y el todo por 17, amanece que no es Cuerda y número uno para Rozalén
Cada vez me gusta menos la subasta del todo por 17 que se ha instalado en España. Es más, no me gusta nada. A ratos soy muy partidaria de devolverle al Estado según qué competencias y que los españoles dejemos de pelearnos por los ríos y los impuestos y que nos distingamos por nuestra educación o nuestra sanidad diferenciada de las otras y tan parceladitas y provincianas, con nuestro carné en la boca que deja de tener vigencia y valor en cuanto traspasas un kilómetro del pueblo. España debe luchar contra el aldeanismo, el adoctrinamiento, el sectarismo y los reinos de taifas endogámicos y clientelistas que con frecuencia son las autonomías, como bien nos ha enseñado Carles Puigdemont, ese hombre, la quintaesencia del disparate segregacionista llevado a su máxima expresión. El tonto con gorra de plato es un tonto doblemente tonto.
Comprendo el oportunismo autonomista que nos ha entrado de pronto al ver la espantá catalana que están pegando un montón de empresas, a ver si cae alguna por aquí o por allá, pero no se trata de estar al acecho y ver qué podemos ganar en cada monte, sino que se trata de España y Cataluña y de resolver la mayor crisis de la democracia. Entiendo que Ángel Nicolás, el presidente de los empresarios de Castilla-La Mancha, quiera convertir esta crisis en una oportunidad económica e industrial para los castellano-manchegos, tan necesitados de grandes empresas y negocios, pero no puedo evitar la sensación oportunista del todo por 17 que llevo rumiando tanto tiempo. Entiendo al alcalde de Talavera, Jaime Ramos, aquejada su ciudad y la mía de paro y desierto empresarial, tan necesitada de industrias y talentos, pero nuestro dolor ahora es el dolor de España y comprobar lo torpes que hemos sido durante cuarenta años de mirar para otro lado.
No digo que no haya que estar abiertos y ofrecerse en tiempos de crisis como estos, sino de evitar la sensación de lobos hambrientos y solitarios a la caza de la presa, y no quiero que Nicolás y Ramos se sientan aludidos, ni mucho menos, sino de pensar todo esto un poco en voz alta. Me ha gustado, en esta línea, oírle a la consejera de Empleo y Empresas de Castilla-La Mancha, Patricia Franco, poner un poco de cordura en todo esto al decir que no quiere convertir el problema de Cataluña, que es el de toda España, en una oportunidad para hacer terruño chico y alicorto. Bien por Patricia. Castilla-La Mancha está abierta, pero no sólo a Cataluña y no sólo ahora, sino siempre y a todas las empresas que en el mundo han sido. Es una visión interesante. También lo es, en esta misma línea, aunque tal vez con un punto más de demagogia y falsa impostación, la bonita frase de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes: "No quiero que Madrid crezca a costa de Cataluña". Bonito y hasta poético, una buena frase patriótica que espero que la líder madrileña se la crea de verdad y tal.
En fin, vamos viendo que el surrealismo es nuestra verdadera realidad, lo cual me recuerda que el gran albaceteño José Luis Cuerda, dios amanecista de los mundos paralelos y disparatados, acaba de rodar en Castilla-La Mancha y presentar en Toledo su última película "Tiempo después", una comedia hiperfuturista donde las ovejas suben en ascensores y en la que Arturo Valls y Blanca Suárez, por ejemplo, pasan todo tipo de hispánicas locuras con ADN castellano-manchego y un recuerdo siempre ahí a la gran "Amanece que no es poco". Cuerda ha vuelto y eso siempre es una magnífica noticia. El Gobierno de Emiliano García-Page, o sea entre todos los castellano-manchegos, ha puesto para la peli 200.000 euritos: bien está.
Y una felicitación final para otra albaceteña de lujo, la excelente cantante y compositora María Rozalén, que se ha colocado en el primer puesto de las listas de venta con su nuevo disco "Cuando el río suena", una maravilla que se deja escuchar y sentir y vivir. Rozalén cada día más y mejor.