El debate florero de García-Page con Cospedal en el corazón, Bono en el estilo y Vicente Tirado a la orden de ya
Hay que reconocerle al presidente Emiliano García-Page que es un buen orador en las Cortes de Castilla-La Mancha. Un parlamentario ágil, locuaz y con mucha pegada, manejando las dosis de realidad, demagogia y populismo en sus justos términos y pareciendo mucho más veraz de lo que luego la verdad nos enseña. Es lo que tiene el mundo del espectáculo. Page vive en una realidad paralela y este miércoles en el debate de la región se marcó un discurso, además de burócrata y a ratos hasta entretenido, hiperbólico de éxitos y perspectivas que están un poco lejos de tener los pies en el suelo. Para hacer un relato administrativo de los floreros no hace falta ir al debate más importante del año, pero en fin a Page el estilo de Pepe Bono le sienta muy bien y la verdad es que el tío bordó desde la tribuna de Gilitos dos horas y pico entre funcionariales y gaseosas que pudieron incluso a ratos impresionar. Es lo que hay, aunque toda su construcción se vendría un poco abajo sin el eterno recurso a María Dolores de Cospedal, la gran musa del socialismo castellano-manchego del siglo veintiuno y probablemente del veintidós. Cospedal en el corazón: qué haríamos sin ella.
Las réplicas de la tarde, hay que decirlo, fueron mucho más vibrantes y vistosillas y ahí salió el Page más sabrosón y con gancho, el que yo estaba esperando. Ana Guarinos, la presidenta del Grupo Popular en las Cortes, le dio un buen repaso a Page y le bajó de las nubes de un empujón, pero treinta años de carrera política dan para montar un buen contraataque y salir airoso de cualquier batalla política, de manera que el presidente de la Junta sacó su veta más incisiva y se lió a dar palos por la derecha con mucha gracieta y con Cospedal sin poder quitársela de la cabeza. Al PSOE le obsesiona que la ahora ministra de Defensa pueda ser candidata del PP en mayo de 2019 y por eso Page le dejó claro a los populares que él firmaba a la orden de ya la opción de que el candidato sea Vicente Tirado, al que considera un rival más apañado y cercano, quién sabe si equivocadamente. Tirado estuvo un rato visiblemente molesto por estos comentarios de Page y hasta tuvo que llamarle la atención el presidente de las Cortes, Jesús Fernández Vaquero, que lidiaba el hombre como podía con la bancada popular y su continua juerga de interrupciones a cuenta de las embestidas del presidente de Castilla-La Mancha. Lo de Tirado candidato es un runrún mediático al que va dándose cuerda y que el PSOE empieza ya a mirar de soslayo.
Todo era una fiesta. En un momento del banquete, ya un poco impostadamente airado, García-Page montó la escenita del ofendido, con lo que él mismo tira a ofender, y pidió el cese fulminante del delegado del Gobierno central en Castilla-La Mancha, el bueno de José Julián Gregorio, que estaba por allí y tuvo que oírlo todo sin derecho de réplica. Según Page, el presidente Mariano Rajoy debe cesar a Gregorio porque se pasa el día insultando y no está a la altura de su cargo, un reproche puramente superficial porque ese listón no lo supera casi nadie en la política castellano-manchega, polarizada y sectaria como ninguna. Exijámonos a nosotros mismos lo que exigimos a los demás.
La parte más flojita del debate vino del lado de los portavoces del bipartito, que con atacar al PP y hacer jueguecillos malabares con las palabras tienen bastante y a Page eso le gusta mucho porque siempre sale bien retratado. El exceso en los elogios termina siendo una cosa de paso y sin importancia. Del vicepresidente segundo y podemita de la Junta, José García Molina, nada se supo más allá de que su presidente, o sea García-Page, le tiene en el gobierno regional a la fuerza y en permanente anhelo de una mayoría absoluta que le quite esa carga a la mayor brevedad. Hubo risas entre los populares, pero ojito con eso. María Díaz, la portavoz de Podemos, sin pena ni gloria.