El presidente y el molino
Al político no hay que conocerlo, hay que votarlo. Y para eso, el político debe parecer algo distinto a lo que realmente es. Disculpas. No es la mejor frase para empezar una columna, pero, si han llegado hasta esta tercera línea, les invito a seguir conmigo en este juego de ficciones. Emiliano García-Page es un político profesional que ha hecho de la supervivencia una forma de vida. ¿Qué saben ustedes de él? Seguro que no me equivoco mucho si entre las respuestas mayoritarias de los ciudadanos se encuentran alguna de esta lista:
- Defiende la unidad de España
- Rechaza los privilegios de los nacionalistas
- Es un socialista moderado
- Es un gran amante de su tierra y defiende sus tradiciones: los toros, la caza, etc.
- Tiene un talante campechano
- Es capaz de enfrentarse a sus líderes en el PSOE por defender los intereses de Castilla-La Mancha
No me he vuelto loco. Aguántenme un par de párrafos más. Esas características del Page político residen agazapadas en el subconsciente del castellano-manchego medio, por supuesto del votante socialista de toda la vida, pero, también de aquel que, cada cuatro años, duda si votar al PSOE o al PP. Me atrevería a decir que incluso entre buena parte de los votantes del PP se aceptan alguno de esos postulados. Y ahí reside el éxito electoral de Page: ha conseguido que triunfe el dibujo de político que él mismo se ha ido perfilando con el paso de los años. Y sigue triunfando en buena medida, a pesar de que los hechos demuestren lo contrario.
Porque la pregunta clave es si esa imagen que García-Page se ha ido construyendo se corresponde con la realidad. Por ejemplo: los ciudadanos saben que el presidente regional ha criticado duramente a Pedro Sánchez y que en las primarias apoyó decididamente a Susana Díaz. Sin embargo, el pasado fin de semana se sumó con su silencio al nuevo PSOE centrado en el militante que ha diseñado el secretario general. Es más, hace un año, en un encuentro organizado por este periódico, el líder de los socialistas de Castilla-La Mancha afirmó: "si alguien está pensando en el modelo de partido medusa, sin columna vertebral, se equivoca". Un año después, Page ha dicho sobre ese nuevo modelo: “No hay voluntad en ningún rincón del partido en crear problema y desviar el rumbo que se ha emprendido”.
¿Es Page moderado?, ¿defiende la unidad de España?, ¿rechaza los privilegios de los nacionalistas? Ha pactado con Podemos, que es una de las formaciones políticas más radicales de Europa, cuyo objetivo es incendiar la nación española para heredar los rescoldos y cuyo voto, entre otras cosas, acaba de permitir que se perpetúe la mayoría secesionista en la Mesa del Parlamento catalán.
Los ciudadanos cada vez disponen de más datos para contrastar las afirmaciones de los dirigentes. Sin embargo, triunfan los embustes tuiteros, los titulares cortoplacistas y las mentiras disfrazadas. ¿Por qué en la tierra del Quijote seguimos viendo gigantes donde sólo hay molinos? La transparencia que predica el político suele esconder una férrea desconfianza en el ciudadano, al que vende una imagen diseñada, cimentada en años y años de discursos y entrevistas, escondiendo la verdadera luz de su rostro. Page es sólo un ejemplo, claro, pero es el nuestro.