Apuntes primarios
Cospedal sabía que podía perder. No es una aventurera de la política, ni una recién llegada y muchos menos una ingenua de la cosa aritmética. Cuando decidió dar el paso, lo hizo a sabiendas de que era su última apuesta. Hubiera apoyado a Feijóo, pero su paso atrás impulsó el suyo adelante. No podía ganar Soraya, no si de ella dependía. Quien conozca a la expresidenta regional, sabe de su determinación.
Su tercer puesto debe resultar doloroso, pero no se engañen, ella contaba con esa posibilidad. Son tiempos líquidos, donde lo nuevo reluce con demasiado brillo. Casado ha aprovechado esa baza. Y ha hecho una campaña potente, poniendo el acento justo en el sitio en el que tienen el corazón los inscritos –que son los fieles de los fieles, dado el extraño sistema con el que ha debutado el PP en esto de la democracia interna-, en los principios y valores de toda la vida: la libertad individual, la seguridad, la defensa de la nación, el respeto a la vida y el libre mercado. Juventud y valores, la mezcla era irresistible.
Soraya Sáez de Santamaría ha ganado, sí, pero no resistiría una segunda vuelta real: el 80% de los votantes del resto de candidaturas jamás la apoyarían en una segunda vuelta. Nadie sabe si los compromisarios lo harán, pero su victoria es tan pírrica que no le permite dar un puñetazo en la mesa. Sáez de Santamaría representa la política estratégica, el marianismo en estado puro: no hacer nada que moleste para sobrevivir. Lo importante no es llegar al Gobierno, sino saber qué hacer con el Gobierno.
El congreso del PP es fundamental para el futuro de España y llega con unas cuantas incógnitas. ¿Hará valer Rajoy su predicamento para apoyar la candidatura de su exvicepresidenta? ¿Hará lo propio Aznar con la de Casado? Y ya en clave regional, ¿será este el último paso de Cospedal en la vida política?, ¿o centrará todos sus esfuerzos en recuperar la Presidencia de Castilla-La Mancha? Veremos.