El permanente "sí pero no" de García Molina en el Gobierno de Castilla-La Mancha
Cada día es más incomprensible y rara la presencia de Podemos y de su secretario regional, José García Molina, en el Gobierno de Castilla-La Mancha. Forma parte de un Ejecutivo al que no quiere y en el que no le quieren. Un Gobierno con el que discrepa más de lo que comparte y en el que nadie está a gusto. Sus discrepancias sustanciales en cuestiones de fondo son tan evidentes y cacareadas que se hace difícil entender las razones de que García Molina y su partido aceptaran un pacto con el PSOE en el que fueron, además, segundo plato después de fracasar un intento de acuerdo con el PP. Por si esto fuera poco, uno de los dos diputados de Podemos en las Cortes castellano-manchegas, David Llorente, no sólo es contrario a ese acuerdo de su partido con los socialistas de Emiliano García-Page, sino que un día y otro anima públicamente a la ruptura.
Ayer mismo García Molina volvió a lanzar sus advertencias al Gobierno de Page, del que forma parte nada más y nada menos que en calidad de vicepresidente segundo. Es como amenazarse a sí mismo, una extraña situación sin precedentes en la política castellano-manchega que está resultando realmente llamativa. A cada acción de calado del Gobierno, como la presentación ayer de los presupuestos de la Junta para 2018, le sigue una reacción de García Molina, instalado en un permanente "sí pero no" que casi nadie ha conseguido todavía entender en Castilla-La Mancha. Con razón ha dicho el propio Page que los de Podemos no le quieren: menos mal que forman parte de su Gobierno, ya que de lo contrario esa "no querencia" podría ser terrible. Aún más.