Veinte años de radio
Se cumplen ahora veinte años de la liberación de Ortega Lara y Cosme Delclaux una lejana mañana de transistores. Carlos Alsina hizo el viernes en Onda Cero un déjà vu radiofónico, intercalando fragmentos de hace veinte años como si ocurrieran en la actualidad. Al fin y al cabo, Alsina estaba entonces al frente del primer informativo de la mañana, antes de que Luis del Olmo entonara sus “buenos días, España”, pórtico de Protagonistas durante cuarenta años. La experiencia resultó formidable, un nuevo formato o género radiofónico, como muy bien supo ver Fernando Ónega. Uno se fue atrás en la memoria y, casualidades de la vida, recuerda nítidamente cómo sintió aquellas horas previas a la que sería mi primera mañana en la radio. Un 1 de julio de 1997, un joven de veinte años se ponía por vez primera ante un micrófono, el sueño que siempre tuvo en la cabeza desde chico. Nací a la radio el mismo día que vimos la cara de náufrago y el Gulag juntos en el rostro de Ortega. Me enteré de la noticia por mi compañera Domin Villarejo, de Onda Cero Alcázar, que la adelantó en el tiempo local mientras terminaba el desayuno nervioso ante el reto que comenzaba. Fue un gran inicio. Veinte años más tarde sigo trabajando con ella.
Fueron mis padrinos Bernardo Samper, José Luis Juárez, Carmen Suárez y Lola Bravo. De esta última lo aprendí todo en la radio. Es mi partera, la que me dio los azotes con que cundió el primer llanto en antena. Yo la veía en la pecera como un pulpo dislocado, llegando con dos manos a mil aparatos. Hablaba por teléfono, cerraba entrevistas, le daba al botoncito, bajaba el máster, abocaba el révox y te contaba un chiste. Con dos cojones. Un sábado de ese verano algo ocurrió en Miguelturra que los servicios informativos de Madrid requirieron. Se presentó en la radio con bikini y pareo. Incluso aprendí aquellos días tórridos de verano a retransmitir corridas de toros por la radio. Hoy queda una sección viva de aquellos quehaceres, Hasta la bola. La radio local es la esencia misma de la vida, el pálpito o pulso con que una ciudad camina.
Llevo grabadas en la cabeza las entradas que hice por vez primera en Madrid cuando España rugió junta contra la ETA tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Hace ya veinte años de aquello y Alsina me lo recordó la otra mañana. Si la escritura es terapia como decía Umbral, la radio es sacerdocio, oficio diario y constante, una programación continua del paso y los caminos. Ahora entiendo a Luis del Olmo cuando desde la cama hacía incluso la emisión si se encontraba enfermo. Llegó la tele y pensamos que moría, surgió Internet y lo hizo suyo... Y ahora viene el momento en que la radio vivirá otra etapa dorada con las nuevas tecnologías. Va con nosotros, nos duerme, levanta y alienta... Es el medio que mejor transmite el sentimiento y la emoción. La fuerza de la voz humana y la imaginación son las más poderosas armas. Podrán pasar gobiernos, dictaduras o democracias, reyes o repúblicas... que la radio seguirá viva para contarlo. Mientras un micrófono permanezca encendido, habrá resquicio para la libertad. Gardel decía que veinte años no es nada. Llevaba razón. Estamos comenzando cada mañana, inventando el oficio más viejo del mundo. No importa tanto lo que cuentas, sino cómo lo cuentas. La radio es el medio del comunicador, García dixit. Y lo clavó.
Permítame El Digital este Alcaná para dar las gracias por estos veinte años, que son el preludio de otros veinte, los mejores sin duda. Y me quito el sombrero ante tantos compañeros de los que tanto he aprendido y cada día me enseñan algo nuevo. Va por vosotros.