El Alcaná

Así que pasen mil Pandorgas

31 julio, 2017 00:00

Hoy es 31 de julio, último día del séptimo mes del año, el que los romanos dedicaron a Julio César, punto medio exacto de la canícula del verano, donde la cigarra rompe su garganta hasta dejarla exhausta y los trigos duermen de amarillo al mediodía. Hoy los culipardos, es decir, aquellos nacidos en Ciudad Real, volveremos a celebrar nuestra Pandorga, la ofrenda de flores y frutos que hacemos a la Virgen del Prado desde tiempos inmemoriales. La fiesta alcanza a toda la provincia, pues la devoción mariana hacia la figura que descansa en la Basílica Catedral de la capital manchega es inmensa. Uno ha visto peregrinaciones nocturnas en silencio la víspera de la Asunción de la Virgen desde pedanías como Valverde, Las Casas o pueblos como Pozuelo y Piedrabuena. La Mancha es un terreno ilusorio e ignoto incluso para los aquí nacidos; no dejo de mirarla y cada día sorprende más. Son ya cuarenta Pandorgas vividas, la mitad de ellas fuera de mi ciudad. Y debe ser que la distancia todo lo agranda, pero el caso es que cada vez la siento más próxima pese a la lejanía. Hoy llevaré colgado un pañuelo de hierbas al corazón, hendido con flores de una batalla que nunca debió perderse.

Burke decía que la tradición era garante de la libertad. No llegaré yo a tanto, pero sí que estoy convencido de que quien no sabe sus orígenes y desconoce la Historia es un mequetrefe en manos de los poderosos, que no son siempre los que más dinero tienen. La vida te va llevando por sus caminos, algunos pensados, otros ni imaginados, pero la mayoría elegidos si hacemos caso a la teoría liberal de la responsabilidad. Vuelve la Pandorga y algo en mí hace crack sin saber por qué. Uno nunca fue excesivamente pío, aunque tuvo sus épocas; tampoco furibundamente conservador ni folclórico, pero noto y siento que algo de lo que hoy pasará en Ciudad Real va conmigo, que por más lejos que me encuentre hoy la ciudad se cuelga de mí, queda prendida en los ojales del pensamiento. Es el éxito de los pregones, que nadie lo dude… Buscar el sentimiento de pertenencia, arraigo, substancial. Yo he visto a hombres rudos que blasfemaban sin abrir la boca caer llorando ante los pies de su Cristo. Y no hay explicación ni por qué. Es un llamador, un gozne, un grito del fondo del pecho que ahoga y aprieta… Y que se viene haciendo grande con el paso del tiempo.

Recuerdo las Pandorgas en las que descubrí el vino, la zurra, la limoná, la Virgen, las manchegas, las verbenas en la plaza, la camiseta y el vaquero… Algo de eso queda vivo en mí este lunes de julio, en el que pende la última hoja del calendario. Me gustaría que Ciudad Real se tomara en serio la Pandorga e hiciera festivo el 1 de agosto. Con todos respetos al 22 de agosto, Octava de la Virgen, la Pandorga ofrece un marco más exuberante y legendario para una celebración completa. No nos ponemos de acuerdo siquiera en el origen del término. Mi buen amigo Luis Maldonado ha explicado estos días en su entrada de Facebook lo que ocurrió con algún antepasado suyo almagreño y esta fiesta centenaria y milenaria. Javier Segovia, los Pandorgos, las Dulcineas… son mucho más que un conjunto de color y folclore. Es herencia redonda de un pueblo llano, ancho y largo. La Mancha arde este verano en cáñamos de polvo y solano. Las paredes flamean su cal y añil al fulgor de la tarde. Hoy es Pandorga y el Prado volverá a cantar. Permítanme la columna. ¡Felicidades, paisanos!