El Alcaná

Toledo, de sol a sol

2 abril, 2018 00:00

He pasado la Pascua por motivos laborales en Toledo y he podido comprobar que la Ciudad Imperial vive un momento dorado. Estoy a punto de alcanzar la mayoría de edad como toledano adoptivo y jamás pensé que esta ciudad pudiera atraparme como lo ha hecho. Cada vez que abro el micrófono en Onda Cero, digo que estoy en Toledo para que lo sepa toda España. Es una alegría indescriptible, un soñar despierto con los ojos entornados, un atronador sentido de la belleza, un monumento a la beldad y la sabiduría. Para colmo, dice la alcaldesa en Twitter que el agua ya corre por la Degollada después de no sé cuánto tiempo. Esta tarde de domingo voy a dar la Vuelta al Valle y creo que encontraré más tráfico que en la Gran Vía.

Toledo está de moda, creo que es indiscutible. El trabajo hecho durante muchos años ahora parece que refulge, resplandece. Llegué acá en los tiempos de Molina, ahora en el Congo y siempre discutido. A él le debe la ciudad la recuperación del Corpus en jueves; a él, a Cañizares y a Don Braulio. Page se lo creyó desde el principio como alcalde y apostó por el desarrollo económico de la ciudad y su patrimonio. Es verdad que levantó la Abadía y fue un prodigio, pero también supo como buen toledano lo que de verdad merecía la pena de esta ciudad. Ahora, Tolón continúa la senda del acierto y ha buscado su camino, con gestión encomiable de conmemoraciones como la Capitalidad gastronómica o los treinta años de Ciudad Patrimonio. Pero, en esto, como en todo, siempre hay que marcar el acento.

Gregorio Marañón dice que convertirá el Cigarral de Menores en fundación para asegurar el legado de su patrimonio a la ciudad y colocarlo por encima de lo que pueda ser una mera propiedad familiar. No me gusta el elogio vano y a los cuarenta uno aprende que dorar la píldora no es necesario. Pero sí que es justo subrayar el trabajo hecho con mayúsculas, el compromiso sin nada a cambio, el altruismo de alguien que cree hacer las cosas a conciencia. Marañón es un antes y un después en esta ciudad. Ya lo fue en el ochenta y tantos, cuando dijo en El País que Toledo se moría, que lo estaban dejando caer, que las piedras rodaban sin remisión. Fue el aldabonazo, el martillo pleno en las conciencias responsables. Y en el catorce, llegó el éxtasis cultural, el mayor espectáculo jamás visto y vivido en la ciudad. Me apuntan que con Carolus también Toledo tuvo momentos especialmente brillantes. Pero la magnificencia de El Greco fue que lo hicieron privados, personas que se unieron por el bien de la ciudad y la elevaron a las más altas cumbres de los cielos de la Peña del Rey Moro. Y hoy Toledo continúa esa estela, el camino marcado por la buena gestión cultural. España se ha perdido un gran ministro, aunque dudo mucho que Marañón quisiera.

Abril es el mes más cruel, dejó escrito Elliot en su Tierra Baldía. También es el mes de El Greco, la primavera explota en Toledo, revienta sus jardines, alumbra sus patios, entolda el Corpus. Jueves Santo es el pórtico de la gran fiesta toledana y he visto esta Pascua que la Iglesia Primada cuida la liturgia como oro en paño. Los carneros vivos en el Altar Mayor la Noche de Pascua sobre los cuellos de los Seises me parecieron la octava maravilla. Toledo es Historia o no es. Para todo. Y quien no sepa verlo, que se inunde de Sol en la azotea de mi casa, donde cada mañana se escapa de las fauces del Valle y corona los chapiteles del Alcázar y la Catedral con la más hermosa guirnalda de luz vista nunca sobre la faz de la Tierra.