Las repúblicas del guapo
Mi madre, que pierde la cabeza poco a poco igual que el agua se escapa entre los dedos, dice cada vez que ve a Pedro Sánchez en la tele algo parecido a “ahí va el guaperas”. Una amiga mía, cuyo sentido del humor es legendario, asegura que por vez primera España tiene un presidente del Gobierno guapo y que tampoco hay necesidad de pedirle peras al olmo. Este fin de semana, Quim Torra ha dicho en una entrevista concedida donde el Duque de Alba dejó tarjeta de visita, que la Península Ibérica debe tener tres repúblicas, la portuguesa, la española y la catalana. O Pedro Sánchez espabila y pone en marcha otro ciento cincuenta y cinco, o termina como el Conde Duque de Olivares, valido pero defenestrado.
La Historia es una de las madres de la Política y por sus venas corre la resolución de los conflictos de Estado. Recomiendo vivamente a los lectores hacerse con el artículo que este domingo Pedro Jota publicaba en El Español, relatando minuciosamente los frutos cosechados por Neville Chamberlain en su política de apaciguamiento con Hitler. Sin salir de nuestras fronteras, este fin de semana he encontrado oro puro en el fondo de la memoria, allá donde las telarañas de mi madre empiezan a tejer una tupida fronda. Como le pasó a Luis Miguel Dominguín, tras acostarse con Ava Gadner, lo importante aquí no es el hallazgo, sino contarlo. Y tras recibir la llamarada flamígera de toda inspiración buscada, procedo a compartirlo.
Atribuyen a nuestro paisano Espartero, natural de Granátula de Calatrava, la frase de que “cada cincuenta años hay que bombardear Barcelona”. Yo pensé que eran ochenta, pero ya veo que el granátulo lo tenía bastante más claro. Para quienes no conozcan la Historia o se la hayan hurtado en las aulas de la ESO, Baldomero Espartero fue un general liberal del XIX, que terminó siendo bandera del progresismo en la Gloriosa. Ganó a los carlistas de Zumalacárregui y Cabrera, defendiendo la regencia cristina que hacía de la nación española y lo iniciado en Cádiz un baluarte, pese al Estatuto Real de Rosita la Pastelera. Cuando Espartero vio que el esfuerzo hecho contra los trabucaires se iba a la mierda, echó a la reina y se quedó de regente hasta el cuarenta y tres, hora entonces de la famosa Chata, que se tiró todo lo que por el reino se movía. Lo importante de la referencia histórica es que un general que hizo valer los derechos de los ayuntamientos y la progresía en aquellos años, en consonancia con las demandas de la burguesía y el incipiente proletariado catalán, terminó bombardeando Barcelona años después.
Pasadas las décadas, alguien tan poco sospechoso como Manuel Azaña recogió la frase de Espartero y la hizo suya. Ya no recuerdo cuál de los dos aseguró que la política de Felipe V pudo tener errores, pero había sido adecuada, pues duró siglo y pico largo. Antes del primer rey Borbón, cavó su tumba en Cataluña el todopoderoso valido de Felipe IV, Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, a la sazón Conde Duque de Olivares. Tuvo mala suerte, porque se le juntaron Portugal y Cataluña, como recuerda Torra. De aquella época es Els Segadors y de aquellos tiempos viene ya la conclusión escrita de que Cataluña no será jamás un estado independiente, porque la mayoría de catalanes no quiere y está más a gusto dentro de una España que, aun no considerando suya, les sirve de colchón y escudo frente al mundo. Dos políticos de los considerados progresistas en siglos diferentes coinciden finalmente. Por culminar la provocación, sólo recordaré que a Franco en enero del 39, lo exhumaron en Barcelona con gritos y vítores por todas partes.
Hoy no sería necesario el bombardeo; sólo bastaría con que a jueces y fiscales los dejaran trabajar, mandando a la trena a los que se han pasado la ley por el arco del triunfo. La naturaleza del conflicto catalán la entienden mucho mejor Rivera y Arrimadas que Sánchez e incluso Casado. Me atrevería a decir que quien mejor objetiva, diagnostica y trata la enfermedad es Inés Arrimadas, una mujer andaluza y catalana que sabe de política y tiene los cojones como el caballo del general citado en este artículo. El nacionalismo es la bestia y devora todo lo que se encuentra. Sólo espero que el instinto de supervivencia de Sánchez le haga ver, como ya ha hecho en la cuestión migratoria, la claridad que, igual que a Saulo, lo derribó del caballo. Confío en su afán de perdurabilidad.