Cuerda de presos
Me falta Jesús Quintero para que la escena fuera completa de la tele de los ochenta. Cambiamos a Junqueras por Rafi Escobedo y ya tenemos al loco de la colina, el perro andaluz o la cuerda de presos montada. Nunca jamás unos presupuestos generales del Estado se negociaron en un presidio, pero deben ser los tiempos de la nueva política que por ahí nos llevan. Pedro Sánchez asegura que en nombre del Gobierno sólo habla él, pero tiene un grave problema que viene del tiempo de los clásicos y que en la contemporaneidad se acrecienta. En política, lo que parece es.
Ya puede empeñarse Pablo Iglesias en parecer un voluntario que cumple con las obras de misericordia y visita a los presidiarios, que a los ojos del resto de españoles aparece como vicepresidente con mando en plaza. Pedro Sánchez tiene todo el derecho del mundo a aprobar los presupuestos que considere oportunos, pero no a negociar con golpistas y menos a aceptar sus condiciones. El problema viene cuando desde la cárcel le mandan mensajes en el cuello de la coleta y lo envían en directo por todas las televisiones. Emiliano fue el primero en decir que Iglesias no lo representaba y luego han ido Borrell y Susana. Si se lo propone, Pedro Sánchez puede hacer perder presidencias y alcaldías.
Ahora dice Pablo que irá a ver a Urkullu. Los nacionalismos periféricos han estado muy bien para garantizar la gobernabilidad hasta que nos dimos cuenta de que eran desleales y traidores. Han aprovechado toda la libertad que les dio la Constitución del 78 para revolverse contra ella y fabular lo que nunca existió. Se han inventado estados, reinos y países, historias mitológicas incluso, sin darse cuenta y obviando de que hubo siempre una voluntad clara que los romanos ya percibieron de permanecer unidos de una manera más o menos expresa. Si Pelayo y su empresa triunfaron fue porque la mozarabía guardaba en el recuerdo lo que un día fue, de igual forma que Napoleón se fue por piernas porque nadie, desde Gerona a Cádiz, quería al francés en suelo hispano. Cualquier otro intento secesionista o separador ha sido un fracaso, como este.
Por eso, no puedo entender el miedo que Pedro Sánchez le tiene a las urnas. Los principales impostores son los indepes que arrastran su fracaso. Cuantos más días pasen, Sánchez será más presa y rehén de ellos. Los españoles veremos cómo el precio o peaje aumenta. Aunque no sea verdad; pero la impostura de las formas y la ausencia del decoro lo indican. Por eso, echo tanto en falta a Jesús Quintero con su cuerda de presos. Ya que no hay política buena, que al menos haya tabaco y tele.