¿En qué momento lloró la ministra Valerio tras saber que tenía cáncer?
La ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, la guadalajareña de adopción Magdalena Valerio, ha contado recientemente cómo vivió su enfermedad y lo que aprendió de ella al hilo de la conmemoración del Día Internacional del Cáncer de Mama. En un emotivo encuentro periodístico en La Razón con la oncóloga Esther Holgado, Valerio ha desvelado que no lloró cuando le diagnosticaron el cáncer, pero sí lo hizo cuando leyó todos los mensajes de apoyo. "Me siento una privilegiada por haber sobrevivido", le confiesa a Ángel N. Lorasque en el periódico madrileño.
El periodista elogia de Magdalena Valerio que es "una ministra-ciudadana. Forma parte de esa «especie» de políticas que conocen bien lo que pasa en la calle, de las que huyen de los despachos y dan la cara. Es natural, cercana, empática y sensata" y la califica como "una figura clave y de confianza de Pedro Sánchez", quien fue una de las personas que estuvieron a su lado "aquel fatídico octubre de 2014 cuando diagnosticaron a la ministra cáncer de mama".
Dice también que habla de su enfermedad "con un realismo y una precisión ejemplar. Huye del drama y apela al pragmatismo. Es una mujer dura. Como ejemplo, su sentencia: `La vida me ha dado una segunda oportunidad y ahora no pierdo el tiempo con tonterías´".
Explica que Valerio se operó en el Hospital de Guadalajara, "casualmente donde Holgado trabajó durante tres años" y ella misma cuenta cómo fue su enfermedad en un momento en que su carrera política comenzaba a coger fuerza en el Congreso tras décadas de trabajo en Castilla-La Mancha: "La enfermedad no pide permiso y muchas veces te pilla en el mejor momento de tu vida. Acababan de nombrarme miembro de la dirección del grupo parlamentario socialista, había ganado mi candidato a las primarias (Pedro Sánchez) y él confiaba en mí. Era un momento político dulce...", recuerda.
Tuvo doce horas de intervención en el quirófano, un duro postoperatorio, ciclos de quimioterapia y radio. Pero nunca dejó de lado el trabajo. "El diagnóstico no me impactó, lo que sí lo hizo fue el tratamiento. Tampoco eché una lágrima, salvo cuando, tras la operación, leí todos los mensajes que me enviaron familiares, amigos, compañeros de todos los signos políticos... Ahí fue cuando me desahogué".
Tal como cuenta en La Razón, como secuelas le quedaron "un linfedema en el brazo derecho, no puede coger peso, debe tener cuidado con las heridas, picaduras y llevar siempre una media compresora". Y como no podía ser de otra forma, le haber dejado por el camino a compañeros y amigos que no superaron la enfermedad. "Por eso lleva en la solapa de su chaqueta un broche de una mujer con un pañuelo rosa en la cabeza que le regaló su amigo Mariano Atienza. `Él no lo consiguió, lamenta´".
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