El Alcaná

Emiliano en la llanura

27 enero, 2020 00:00

Emiliano García-Page ha dicho que no se puede mercadear con el Código Penal y que le parece alucinante que sobre la reforma vayan a opinar y ser decisivos aquellos mismos que se beneficiarán del cambio. En realidad, lo que Page ha dicho es que el rey está desnudo, aunque el rey estuvo la noche del sábado en Málaga codirigiendo con Almodóvar el dolor y gloria de su mandato. Me alegro del éxito de nuestro paisano, aunque como genio que es demuestra que no tiene por qué saber de todo. Todavía recuerdo cuando fue a Calzada tras su primer Óscar. Llegó a la plaza del pueblo con una chupa negra hasta las cejas, se subió a lo alto de una fuente, alzó una bolsa oscura de deportes, la abrió y de ahí sacó su estatuilla. La tarde calzadeña brilló en oro y diamantes mientras las abuelas aplaudían. Almodóvar moja las magdalenas en el café aun en el Festival de Cannes. Se salva por su talento y manchegazo.

Otro castellano-manchego, toledano de origen, le pone las cosas feas al nuevo emperador. Page ha dicho lo que todo el mundo ve, pero nadie se atreve a decir, como en el cuento. Su dedo ha indicado la dirección a seguir, que es Lledoners, donde se atan y deslavazan artículos del Código Penal como un encaje de Almagro. Emiliano se ha quedado solo en la llanura, a la vista de cualquier francotirador desde un tejado. Pedro no perdona y con los años menos. No puede ir por él políticamente, porque tiene mayoría absoluta. Pero buscarán sus amigos mediáticos hasta lo que no tiene para hacerle cosquillas. A Page le da igual. Lo vi el viernes con Alsina y tiene ganas de guerra. O, al menos, de no callarse. Porque si se calla ahora, y él lo sabe, con qué coherencia pedirá después el voto a un pueblo que no comulga con ruedas de molino. Los manchegos somos cachazudos, tranquilos, pero que no nos tomen por gilipollas, que entonces la juramos y nos vamos.

Pedro ha descubierto que la mentira no computa y sigue tirando los dados. Lo último con la ministra de Venezuela. Mandaron a Ábalos y se ha comido el marrón. Al hijo de Carbonerito no lo echa ni Dios, pero ya ha comprobado en carne propia que no es oro todo lo que reluce. Su jefe lo defenderá mientras le sea útil. En cambio, aquellos que parecían enemigos han dado la cara por él. Emiliano no osó en la entrevista del viernes con Alsina hacer ningún comentario al respecto. Sabe que lo que se ventila por arriba es importante y no siempre se tiene información. Carbonerito debería mirar mejor sus amistades, si es que acaso en política existen los amigos.

Dice Pedro Jota que Page ha sido valiente y asegura que sería un titán si consiguiera que parte de su partido no votara la reforma del Código Penal que pondrá en la calle a los que ahora están en la trena. Nadie nació para ser héroe y no estoy de acuerdo con el discurso del PP que habla de traición y sabotaje de los diputados castellano-manchegos del Psoe. Si votan contra Pedro, parten y rompen el partido. Sería una victoria pírrica y un desastre fatal para luego. Más laboriosa y fatigosa es la labor del caballo de Troya, cambiar las cosas desde dentro. Hace falta inteligencia y sigilo, aunque sin renunciar a dar el aldabonazo de vez en cuando, como el viernes. Los socialistas sectarios ven a Page como un traidor, pero los de toda la vida, los que llevan el Psoe en el corazón, saben que tiene razón. No he encontrado a nadie todavía que me explique qué de izquierdas tiene ser un nacionalista o indepe que sólo busca la tajada más grande. Mira que tengo amigos progres, pero ninguno me indica. Pedro los obnubila y se les caen las bragas.

Emiliano tiene la enorme fuerza silenciosa de tantos socialistas que callan por temor y el sentido común. Francho, el delegado del Gobierno, el otro día le mandó un recado. Es la voz de su amo, Pedro o González Ramos, al que no se le ve por Albacete desde los tiempos de la fundición de la Puerta de Hierros. Pero Page tiene razón. Parece que se ha quedado solo ante el peligro, como un Gary Cooper salido del Alcázar. Si por él y Feijóo fuera, la gran coalición estaba hecha.