El Tribunal Supremo ha establecido que el desayuno es horario de trabajo y no hay que descontarlo del tiempo de salario. Los jueces están demostrando que son vanguardia del país y entienden las claves de la nueva época que nos ha tocado vivir. La política ya no se hace a base de programas y proyectos, sino de titulares y tuits. Ahora es mucho más práctico meterse en la cama de los líderes para ver cómo caza la perrilla. Dime con quién te acuestas y te diré quién eres. No es lo mismo compartir almohada con un defraudador fiscal que con una azafata de vuelo. Mucho más práctico lo segundo que lo primero. Pero la vida en España va pasando así, a golpe de elecciones y primaveras. En un par de meses se sustanciará el pedrismo y dos botellas de vino. Cuando la suerte abandona, Presidente, siempre queda el duende manso del vino, escribía Alberto Cortez. Y Óscar Puente, sacado de las profundidades del Hades y las tabernas.
La situación política en España me recuerda cada vez más a la Primera República. No es que yo la viviera, claro, pero lo leído varias veces me lleva indefectiblemente a aquellos momentos donde no se sabía si el gobierno eran los delincuentes o viceversa. Pi y Margall acudía a los cantones con balas de juguetes al tiempo que insuflaba ánimos a las tropas insurreccionales. Santos Cerdán podría mirarse en su espejo si Koldo lo dejara. Cada cierto tiempo ocurre esto en España. Cuando se estabilizan las cosas, la economía crece y la realidad se aburre, agitamos los monstruos y las calamidades. Es ibérico como el jamón y va en nuestro carácter. La Primera República se saldó con tres guerras civiles a la vez y la Segunda con una, que valió por tres. Ahí no se desayunaba porque no había comida ni tampoco dinero. Hicimos la revolución para pasar hambre, que es lo que sucede las más de las veces. Mira Casas Viejas. España no es una diferencia en eso… Si acaso en la pulsión y agresividad que salta nuestras venas. El otro día en el Parlamento Europeo, tuvo un belga que coger la palabra para decir que ya estaba bien de tanta España. Tenemos inflación de política, generamos mucho más de lo que somos capaces de absorber. Se acaba Tarifa y llega el mar. Ni Cádiz con sus Cortes pudo repeler a Fernando VII, aunque sí los bombardeos. Esa es la esperanza que nos queda. Si España sobrevivió al XIX, cómo no lo va a hacer a Pedro Sánchez. Póngame el desayuno, que estoy trabajando.
Ahora llegan las guerras carlistas del norte y las de arriba del Maestrazgo. Pedirán otra vez lo mismo y una voz del fondo de Granátula actuará como géiser sin medida. En realidad, Espartero tuvo predicamento, pero se abrazó en Vergara. Quizá no quepa más que el abrazo o la conllevanza, que también decía Ortega. Lucen más los Armaos del Campo de Calatrava en Roma haciendo el caracol que nuestros políticos en el Congreso haciendo el remolón. España se desayuna con su historia y se baja las bragas de vez en cuando. Es preferible eso a darse de garrotazos en la Quinta del Sordo. Sánchez dio en el clavo el otro día sin saberlo. Ayuso debía dejar al novio y liarse con otro. Igual que Begoña, a ver si el marido se calla y no se entromete. No sé a qué tanto escándalo. Dos parejas bien avenidas que seguro se llevan el desayuno a la cama. Lo próximo, vacaciones juntos en el mar. Cada una en un camarote o todos en el mismo a la vez. Una tostada de pan y un croissant, por favor. Y mucho aceite de oliva. Que si no, no hay quien pueda con esto.